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El Gobierno de Estados Unidos busca extranjeros con talento

Clinton ofrece el visado a informáticos de todo el mundo

Bill Clinton y el Congreso de EEUU han terminado por ponerse de acuerdo en que una de las principales razones del poderío del país es la permanente renovación de su sangre por vía migratoria. De su sangre y de su cerebro. Tras una larga resistencia, Clinton firmó hace unos días la ley que habían aprobado las dos cámaras del Congreso elevando desde 65.000 a 115.000 el número de visados de residencia que concede EE UU cada año a extranjeros cualificados. Esa mayor apertura era una demanda clamorosa de la industria norteamericana, y en particular de la informática, que no encuentra en el país suficientes profesionales.

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No es sólo que el paro en Estados Unidos esté en su nivel más bajo en tres décadas; es que a empresas como Microsoft, Texas Instruments o Intel Pentium les resulta imposible reclutar los ingenieros y programadores que necesitan, por la sencilla razón de que no existen. En EE UU, calcula el sector industrial de alta tecnología, hay unos 400.000 puestos de trabajo cualificados vacantes. En los últimos meses, el senador republicano Spencer Abraham lideró el combate para ampliar el sistema de cuotas para profesionales extranjeros establecido en 1991, que autorizaba la concesión anual de 65.000 visados del tipo H1-B. EE UU, decía el senador Abraham, "no debe poner barreras a la entrada de gente preparada y creativa. Esa gente aporta sabiduría, crea riqueza y mejora la calidad de vida general. Si no la traemos aquí, nuestras empresas tendrán que instalarse fuera para poder emplearla".Cuando la economía va mal, EEUU tiene tendencia a cerrar sus puertas a los extranjeros; pero cuando va bien, como en los últimos años, recuerda con orgullo que es un país de inmigrantes. Aquí sólo los indios son verdaderamente nativos, y quedan pocos. Todos los demás -ingleses, hispanos, africanos, alemanes, irlandeses, polacos, judíos, italianos, rusos, chinos...- vinieron de fuera.

"Estados Unidos ha creado un sistema en el que cualquiera con talento y energía tiene acceso a los recursos financieros necesarios para triunfar", escribe en su última edición la revista Forbes. El comentario viene a cuento porque 22 de las 400 personas más ricas de EE UU que censa la revista son nacidas en el extranjero, y entre ellas están el húngaro George Soros, el alemán John Kluge, los taiwaneses Jerry Yang y David Sun, el egipcio Fayez Sarofim y el belga Michel Fribourg. Otras 38 de las 400 grandes fortunas norteamericanas están en manos de hijos de extranjeros como el modisto Ralph Lauren, de padres rusos, o Jeff Bezos, el patrón de Amazon, la gran librería de Internet, que es de origen cubano.

Jerry Yang se ha convertido en el símbolo viviente de que EEUU sigue siendo "una tierra de oportunidades". Yang llegó a California desde Taiwan hace 19 años, cuando acababa de cumplir los 10 años. Era huérfano de padre y su madre era una maestra de escuela. El taiwanés estudió ingeniería eléctrica y hace cuatro años fundó Yahoo! con David Filo. Hoy cuenta con una fortuna personal de 830 millones de dólares y Yahoo! es el buscador más popular de Internet.

En 1996, último año sobre el que hay datos oficiales, EEUU acogió a 915.000 inmigrantes legales. La mayoría eran trabajadores no cualificados, pero 82.000 declararon al entrar en el país ser arquitectos, ingenieros, matemáticos, informáticos, científicos y médicos. La mayoría procedían del Reino Unido, Alemania, China, Taiwan, Filipinas, India y Cuba, y también empezaban a ser significativas las llegadas procedentes de Europa del Este y los países de la extinta URSS. De los 1.659 españoles que ese año entraron como inmigrantes en EEUU, 450 eran universitarios.

Pero la industria, la prensa y la mayoría republicana del Congreso insistían en que seguían faltando cerebros. Y hacían campaña a favor de la apertura al exterior con datos como éste: de los 40 finalistas de la última edición del prestigioso premio Westinghouse Science Talent Search, 16 eran extranjeros o hijos de extranjeros.

Durante meses Clinton se opuso a sus argumentos, replicando que, para garantizarse una futura mano de obra de ingenieros y programadores informáticos, lo que EEUU tendría que hacer es mejorar el nivel de su enseñanza primaria y secundaria, deficiente en matemáticas y ciencias. Pero al final dio su brazo a torcer.

Clinton tenía que escoger entre dos de sus principales bases electorales: los sindicatos y el sector industrial de alta tecnología. A finales de septiembre, dos días antes de emprender un viaje en busca de fondos a Silicom Valley, el presidente firmó la ley de ampliación del número de visados H1-B que le presentaba el Congreso.

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