El Papa beatifica mañana a un cardenal croata condenado por ayudar a los nazis
Stepinac es un héroe entre los católicos de Croacia y un criminal entre los serbios
El Papa viaja hoy a Croacia para presidir mañana la ceremonia de beatificación de Alojzije Stepinac, arzobispo de Zagreb entre 1941 y 1945 y fallecido en 1960. Reverenciado por la Iglesia croata como un mártir del comunismo, Stepinac está considerado casi como un criminal de guerra por muchos habitantes de lo que fue Yugoslavia, donde se le condenó a 16 años de cárcel por colaborar con los nazis. Pese a las protestas suscitadas por la decisión, la Iglesia de Roma no parece albergar dudas sobre Stepinac, elevado a la púrpura cardenalicia por el papa Pío XII en 1953.
En Alojzije Stepenac -hijo de campesinos, nacido en 1898 en la pequeña ciudad de Krasic, soldado del Ejército austro-húngaro en su juventud-, el nacionalismo croata y el catolicismo se funden sobre un fondo de pasión patriótica común a muchos de sus conciudadanos. Croacia, con apenas 4,7 millones de habitantes, es hoy uno de los enclaves más fervientemente seguidores del Romano Pontífice, que lo visita este fin de semana por segunda vez en apenas cuatro años.Esa dualidad, ese nacionalismo patriótico vivido con una intensidad casi fanática, llevó a Stepinac (convertido en 1941 en arzobispo de la principal ciudad croata, Zagreb) a cohabitar sin demasiados problemas con el régimen fascista, pero furiosamente nacionalista croata, de Ante Pavelic.
Un régimen apoyado por Mussolini y Hitler que colaboró con aterrador entusiasmo en la política de limpieza étnica (genocidio) desarrollada por los nazis. Pavelic puso en marcha en Jasenovac un campo de exterminio en el que murieron decenas de miles de serbios, gitanos y judíos. El responsable de Jasenovac era un fraile franciscano que colgaría después los hábitos. En 1943, cuando las noticias de la existencia de este campo -el Auschwitz de los Balcanes- se hicieron más que evidentes en Zagreb, el arzobispo Stepinac se limitó a enviar una dura carta de condena a Pavelic denunciando "la vergüenza que se abate sobre la nación croata". Bien poco para el primado de la Iglesia de Roma en Croacia, le reprochan sus detractores.
Los fieles croatas sostienen en cambio que Stepinac mantuvo una actitud muy crítica con el régimen de Pavelic, y que logró salvar de las garras nazis a serbios ortodoxos y a varias decenas de judíos por la vía de la conversión al catolicismo. Esta diligencia a la hora de conquistar almas le ha valido al cardenal Stepinac, sin embargo, críticas del centro Simon Wiesenthal, dedicado a la captura de criminales de guerra nazis, que no ve con buenos ojos la decisión de Roma. Uno de sus miembros, Mark Weitzman, ha declarado recientemente que "el apoyo de Stepinac al régimen ustaschi y su débil oposición a las matanzas deberían ser un impedimento a su beatificación".
Stepinac fue llevado ante los tribunales apenas instaurado en Yugoslavia el régimen comunista de Tito. La acusación: colaboracionismo con el régimen nazi a través del apoyo explícito a Ante Pavelic. El arzobispo fue condenado a 16 años de trabajos forzados en 1946, pero sólo cumplió seis, porque su mala salud obligó a mantenerlo durante los últimos años de su vida en arresto domiciliario en su ciudad natal de Krasic, donde falleció en 1960. No sin haber sido elevado en 1953 por Pío XII al rango de príncipe de la Iglesia, una decisión que provocó la ruptura de relaciones diplomáticas del régimen de Tito con la Santa Sede.
Paradójicamente, el peso de esta condena por colaboración con los nazis ha sido esencial en el camino hacia la santidad del cardenal croata. A juicio de sus devotos seguidores, la verdadera causa de su encarcelamiento no fue otra que la negativa de Stepinac a romper los lazos con el Vaticano, lo que Tito le exigía. Y no sólo eso, la reacción del régimen comunista contra el arzobispo de Zagreb se produjo, explican, como respuesta a la durísima carta redactada en 1945 por el primado croata y leída en todas las iglesias, que criticaba la política represiva de los comunistas hacia el clero católico.
Entre las dos versiones que evidencian el abismo de odio y de recelo que existe aún en los Balcanes entre ortodoxos y católicos (por no hablar de los musulmanes), que es tanto como decir entre serbios y croatas, no resulta complicado intuir el verdadero perfil de Stepinac. En su homilía de defensa en el proceso que habría de condenarlo en 1946, el arzobispo señaló: "Se me acusa de haber aceptado el Estado independiente croata . Pero habría sido un bellaco si no hubiera seguido a mi pueblo. Todas las naciones tienen derecho a la independencia, ¿por qué no es extensible este derecho a los croatas?". En nombre de la patria croata se aceptaba la colaboración con un régimen despiadado que habría de contribuir a levantar una muralla de odio entre los pueblos de los Balcanes.
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