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Sueños de cine

Miguel Ángel Villena

MIGUEL ÁNGEL VILLENA Grupos de valencianos desfilan estos días por las salas del Festival de San Sebastián. Periodistas, distribuidores, exhibidores, actores o aficionados, sin más, al cine suelen acudir tradicionalmente a esta cita de comienzos de otoño bien por trabajo o bien por placer, pero en cualquier caso movidos por idéntica pasión por las historias narradas en una pantalla. Curiosamente el Ministerio de Educación y Cultura ha vuelto a revelar en sus datos sobre el pasado ejercicio cinematográfico que tanto Valencia como Alicante figuran muy por delante en número de espectadores y de salas de los puestos que les corresponderían por su población. Si retenemos sólo una cifra baste decir que las provincias de Madrid, Barcelona y Valencia concentran la mitad de asistentes al cine de toda España. Quizá sea la herencia teatral o el gusto por el espectáculo o la huella de una industria autóctona que albergó estudios como Cifesa o la existencia de carteleras ya veteranas, pero lo cierto es que todo el país sabe de la afición valenciana por el cine. Sobre esos cimientos y con el empuje de iniciativas de los últimos años como la Mostra del Mediterrani o Cinema Jove la industria podría haber apostado más por un cine valenciano. Pero, ¿qué le vamos hacer? aunque suene a un tópico antiguo la burguesía valenciana no se ha distinguido nunca por sus modos ilustrados. Por ello, sin la colaboración de la iniciativa privada y con un insignificante y ridículo apoyo de Canal 9 a las producciones propias, la ambición de contar con un cine valenciano deviene una quimera. Concebida entre otras cosas para servir de plataforma a una industria audiovisual pública la televisión valenciana no ha cumplido ninguno de sus objetivos. Casi una década después de su creación Canal 9 ha demostrado ser una suerte de estafa para todos los contribuyentes tal y como suelen decir en las películas americanas. Soñar sueños de cine es el único consuelo que nos resta a los valencianos.

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