Camino del récord
Resulta peculiar cómo el más arrollador de los éxitos puede a veces alimentarse de la inmensa incomodidad ajena. Dos mil quinientas pesetas costaba este concierto y, en verdad y por cuestiones propias y ajenas, resultó uno de los más triunfales y apoteósicos, pero también de los más incómodos e invivibles de las últimas temporadas. El motivo primero e irresoluble fue la persistente, a veces bronca, lluvia que descargó de forma inclemente a esas horas sobre la capital. En tales condiciones atmosféricas resulta tremendamente difícil, no sólo disfrutar de un concierto de cualquier estilo de música, sino simplemente estar, permanecer bajo la lluvia y calarse hasta la tos de bronquios.Otros motivos tuvieron que ver con la increíble afluencia de público. Literalmente, no había ni un solo espacio libre o tan siquiera para estar sin sufrir agobio. Más aún, los accesos de entrada a las zonas de público eran tremendos e insalvables tapones humanos. Difícil era, a no ser que se echara la tarde en el recinto para coger buen asiento, ver el espectáculo con unos mínimos de comodidad. Algunos -muchos- apenas vislumbraban la gallarda figura del cantante y compositor catalán Manolo García.
Manolo García
Manolo García (voz), Olvido Lanza (violín), Pedro J. González y Eric de Wit (guitarras), Carly Sardá (batería), Nacho Leska (teclados), Juan Carlos García (percusiones y voces) e Íñigo Goldaracena (bajo). Plaza de toros de Las Ventas. 2.500 pesetas. Madrid, jueves 24 de septiembre.
Sepan, pues, artista y organizadores que, aunque le guste, no se puede estrangular a la vaca que da la leche.
En el orden de cosas estrictamente musical, Manolo García, que cuando sacó a la calle su elepé en solitario Arena en los bolsillos no las tenía todas demasiado consigo, ha sido consagrado a la categoría de cotriunfador, con el permiso de Alejandro Sanz, del año.
Expectativas
Su directo responde de sobra a las expectativas planteadas, porque Manolo lleva muchos años en esto y sabe hacer bien las cosas y también porque el producto lleva un marchamo de afecto y cariño que garantiza la mitad del éxito ya desde el punto de partida.El escenario no tenía nada que envidiar al de las superestrellas que han venido a actuar al mismo recinto. Tenía amplitud, profundidad y de él salían unas curiosas pasarelas que iban a permitir al cantante el contacto directo con su público, una de las armas escénicas que mejor maneja, y que tiene la ventaja de los pasos de baile ya reconocibles, la actitud torera y la simpatía desbordante de un cantante al que le gusta que su público le quiera.
Con una extraordinaria calidad de sonido -aunque éste hubiera de interrumpirse unos 10 minutos a causa de la lluvia- y unas luces riquísimas y acompañado por la misma banda con la que se presentara hace meses en una sala de aforo considerablemente menor, García sirvió a la entregada audiencia una andanada ininterrumpida de canciones, en las que se iban combinando temas de su nuevo disco, como Sobre el oscuro abismo en que te metes, Carbón y ramas secas, Prefiero el trapecio o El bosque de su alegría, con clásicos de su larga aventura junto a Quimi Portet, el cual, por cierto, era el gran ausente, ya que hubo infinidad de tramos del concierto en los que su presencia y su guitarra hubieran resultado de lo más natural. Curioso este fenómeno de iniciar andadura en solitario y sonar más que nunca como la banda madre.
Al final y entre otras canciones, sonó una personal recreación del Abre la puerta, de los Triana, una de las muchas fuentes reconocidas de Manolo. Fue pues un triunfo absoluto que señala el camino del récord. Manolo García se lo merece. Pero los espectadores también merecen verle y escucharle a gusto y la vaca del éxito que no la estrangulen.
Babelia
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