Viraje
Los ingredientes que han determinado el viraje estratégico de ETA son bien conocidos: 1.El éxito del acoso policial (colaboración francesa incluida) y sobre todo judicial, destacando los sumarios de Garzón sobre las tramas civiles que sostienen a los terroristas. 2.El espíritu de Ermua: esa masiva movilización vasca que ha socavado las bases sociales de apoyo al terrorismo. 3.El ejemplo del Ulster, cuyo efecto-demostración se ha contagiado al electorado nacionalista haciéndole ansiar el próximo fin de la lucha armada. 4.La vía Ollora de pacificación, que, bajo el impulso de Egibar, ha sabido atraer a los abertzales hacia un creciente entendimiento con el nacionalismo democrático. 5. La nueva táctica de cintura política adoptada por ETA, que le permitió reconvertir en un año lo que parecía su aislamiento definitivo en una hábil ruptura de la Mesa de Ajuria Enea. Y 6. (last but not least): la autoridad institucional del Tribunal Supremo, que, contra todo pronóstico, ha logrado imponer el imperio de la ley, condenando tanto a la Mesa de Herri Batasuna como a la cúpula del Ministerio del Interior bajo cuyo mandato se reprodujo la guerra sucia.Estos ingredientes precisaban un catalizador para escenificar la tregua. Y ese papel lo han ejercido tanto Lizarra (la declaración en Estella del Foro de Irlanda) como Galeuzca: el tripartito de BNG, PNV y CiU que suscribió la Declaración de Barcelona, oportunamente congregado en Euskadi para consagrar tan histórica ocasión. Así se demuestra que el PNV es el auténtico padrino de la operación-tregua, de acuerdo al evangélico papel que se ha atribuido de redimir a su hijo pródigo. El resultado es este alto el fuego, destinado a revolucionar la escena política española. Y surge así el problema de interpretar su significado: ¿se trata de la antesala de la paz o de un chantaje maquiavélico que busca seducir al electorado más ingenuo y mejor intencionado?
Para despejar tamaña incertidumbre, conviene atender al momento elegido para proclamar públicamente este alto el fuego. Y enseguida advertimos que se trata, ante todo, de un acto de propaganda electoral: esta tregua es el manifiesto de ETA (y del PNV) ante la campaña del 25 de octubre. Pero digo esto no para rebajar o descalificar el gesto, pues siempre es preferible el electoralismo al terrorismo, sino, al revés, para ponderar el cambio que supone en su modo habitual de proceder. Antaño, ETA abordaba las elecciones con demostraciones de fuerza, pues su manifiesto habitual consistía en atentados propagandísticos. Y si además ofrecía treguas-trampa siempre las acompañaba con ekintzas espectaculares que escenificaban su poder fáctico. Pues bien, ahora no ha sido así: en contra de lo que se temía, esta vez la tregua se ha producido sin ninguna demostración de fuerza.
Y esto significa un viraje histórico. Hasta ahora, ETA sólo confiaba en su carisma letal, es decir en la fascinación ejercida por la sacralización de la violencia. Pues, como demostró Weber (véase al respecto el libro de Stefan Breuer Burocracia y carisma. La sociología política de Max Weber; Alfons El Magnànim, Valencia, 1996), el carisma de la guerra es el más poderoso que existe. Pero sólo se conserva mientras duren las victorias, desapareciendo con la derrota inmediatamente. Y Ermua supuso una derrota para ETA. Por eso, como ya no confía en seguir ganando, ETA decide reconvertir por lo civil su carisma militar antes de perderlo definitivamente. De ahí que el guerrero heroico se disfrace de profeta pacificador, dotado de cintura política para gestionar las rentas del capital político acumulado.
Ahora bien, ¿dónde va a invertir ETA esas rentas: en tratar de forzar la independencia vía negociación, como sostiene en su retórica, o en distribuir en propio beneficio el mapa electoral vasco? De cualquier modo, este viraje implica que ahora comienza de verdad la segunda transición, de acuerdo al delirante diseño de refundación constitucional imaginado por los nacionalistas de Galeuzca. Pero si es así, ¿quién será el Suárez que lidere con éxito semejante ensoñación?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.