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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ansiedad en Argelia

Argelia añade a su sangrienta revuelta islamista y a la caída en picado de su economía la incertidumbre política derivada de la inesperada decisión del presidente Liamín Zerual de convocar elecciones presidenciales anticipadas y no presentar su candidatura. La situación de Zerual -puesto en el poder por los militares en 1994 y legitimado en las urnas el año siguiente con un relativo apoyo popular- ha sido motivo de especulación durante los últimos meses, pero los rumores sobre su posible renuncia apuntaban a la frágil salud de este ex general de 57 años. Todo sugiere, sin embargo, que son otros los motivos de su inexplicada decisión, anunciada la semana pasada, de abandonar el poder con casi dos años de adelanto.Que Zerual haya necesitado seis horas de cónclave con sus camaradas de armas antes de decidir mantenerse en el cargo hasta las nuevas elecciones, como tarde en febrero de 1999, abona la hipótesis -compartida por analistas locales, fuentes diplomáticas y los periódicos mejor informados del país norteafricano- que señala al presidente argelino en una situación insostenible; como perdedor de una larga batalla librada en la secreta cúpula del aparentemente monolítico aparato del Estado, dominado por el Ejército desde la independencia de Francia en 1962 y en realidad trufado de facciones enfrentadas y alianzas cambiantes.

La conocida rivalidad entre Zerual y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Mohamed Lamari, es sin duda uno de los factores tras la crisis disfrazada. Al ala más dura de los gerifaltes militares se atribuye una intensa campaña de presión, iniciada en junio, para que el presidente se desembarazara de su más estrecho consejero, Mohamed Betchine, al igual que del primer ministro Ahmed Ouyahia, otro de sus hombres de confianza. Lamari, que ha supervisado personalmente algunas de las operaciones de más envergadura contra los terroristas islámicos, rechaza ardientemente las insinuaciones de Zerual y Betchine para abrir un diálogo con el prohibido Frente Islámico de Salvación (FIS), que declaró el año pasado un alto el fuego unilateral.

Occidente y sus compañías petroleras y de gas habían apostado por Zerual en la esperanza de que recondujese a Argelia al camino de la democratización, interrumpido tras la anulación por los militares en 1992 de las elecciones generales ganadas por el FIS. Seis años después, el país mediterráneo sufre una violencia política endémica que se ha cobrado al menos la vida de setenta mil personas. Europa y EE UU han tratado infructuosamente de persuadir a los generales argelinos de que libren su guerra contra el fanatismo asesino con mayor transparencia y utilizando armas legales. Esta guerra civil no declarada es la calamidad suprema. Pero no la única que se abate sobre casi treinta millones de personas al borde de la explosión social por un desempleo rampante, un dinar devaluado y un generalizado descenso del nivel de vida que acompaña al de los precios de su gas y su petróleo, de los que depende. En este contexto de desamparo, la decisión de Zerual es una mala noticia para Argelia.

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