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Capitalismo frenado

Andrés Ortega

La globalización, la financiera, está siendo cuestionada. Y con ella el modelo de la economía de mercado. Hong Kong, Malaisia, Rusia y otros están imponiendo límites a los movimientos de capitales. Es comprensible. Otros países lo han hecho antes que ellos. Y, sobre todo, resultaba vano imponer la libre circulación de capitales a países que no disponían de la estructuras mínimas, económicas, jurídicas, fiscales o financieras, para una economía que se pueda llamar de mercado. Lo que ha podido, con dificultades y a medias, funcionar en Polonia o Hungría no tenía por qué funcionar en Rusia, atrapada en su historia y sus malos hábitos. Un cierto doctrinarismo ha impulsado a Occidente y al Fondo Monetario Internacional a imponer su modelo, también para proteger sus inversiones, olvidándose quizás que faltaban las condiciones para ello o que España no liberalizó los movimientos de capitales hasta 1991. ¿Cansados del capitalismo, los rusos, los indonesios u otros? Pues del que han conocido, en buena parte sí. La sensación se expande de Moscú a Kuala Lumpur de que la fórmula del mercado libre ha fracasado. Pero sería conveniente, para todos, que evitansen aislados, unilaterales que les privarían de las necesarias inversiones extranjeras que aún necesitan. Y de sentido del futuro. Rusia tiene una parte importante de su economía en régimen de trueque y sólo un 8% de los pocos impuestos pagados por las empresas son en dinero. Necesita ese país cierta calma, pero también cierta medicina fuerte para hacer lo que tiene que hacer, y recuperar el tiempo perdido. Por otra parte, el rapidísimo desarrollo de algunos países asiáticos en los últimos años se ha producido sin unas bases suficientemente sólidas; por ejemplo, en el terreno bancario.El debate, curiosamente, ha partido en primer lugar desde Estados Unidos, quizás porque allí se confunda un cierto cansancio de un excepcionalmente largo buen ciclo económico con también un cansancio con su capitalismo o su economía de mercado. Robert Knuttner propone llevar la reflexión del buen mercado a la buena sociedad. Mientras, Europa vive su ascenso al euro, aunque el mundo en su conjunto ha de rebajar sus perspectivas de crecimiento casi a la mitad. Otra cuestión es si este retroceso de la economía de mercado que se empieza a detectar en estos países va a tener efectos en otras partes del mundo; si va a frenar o detener la globalización en curso. Desde luego, para el llamado Occidente, parece que no. Su propia globalización está ya lanzada. La tecnología la empuja y la economía también. Hay que evitar que el freno, parcial y probablemente temporal, a la globalización financiera no se traduzca en un retroceso en los avances de la liberalización del comercio mundial. Aunque esté aún sometido a controles, representa hoy en día el 24% del PIB mundial, casi tres veces el de dos décadas atrás en términos relativos, mucho más en absolutos, según un estudio citado por Business Week. La tentación proteccionista, de materializarse, podría tener graves efectos políticos, sociales y militares en Asia, especialmente si China tira la toalla y acaba devaluando su moneda de modo significativo. La frustración social tras años de espectacular crecimiento en Asia es colosal.

En el fondo, los productos producidos, como los comprados, empiezan a parecerse mucho, aunque las culturas sean bien diferentes. La globalización podría frenarse, pero difícilmente desaparecer. Menos aún cuando las telecomunicaciones contribuyen también a ello. Incluso Arabia Saudí parece decidida a abrirse ahora a Internet.

No obstante, hay precedentes que no resultan alentadores. Entre 1870 y 1913 se vivió una época sin par de libre circulación de capitales, bienes, servicios e incluso personas con efectos migratorios importantes. La Gran Guerra acabó con todo eso, y el mundo tardó varias décadas, y varias guerras, en volver a un nivel similar de integración.

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