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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De mal en peor

LA DIFUSIÓN a través de Internet del informe del fiscal Kenneth Starr sobre el caso Lewinsky empuja un poco más al presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, hacia una situación política y personal extremadamente comprometida. El informe de Starr acusa a Clinton de 11 cargos de perjurio, obstrucción a la justicia y abuso de poder, pero el impacto más poderoso sobre la opinión pública es la descripción detallada de los contactos sexuales entre el presidente y una becaria. El Comité de Asuntos Judiciales de la Cámara de Representantes decidirá si los hechos relatados en el informe son ciertos y, en caso de serlo, si constituyen "delito de corrupción, traición, serios crímenes o fechorías" que justifiquen el inicio de un proceso de impeachment o destitución del presidente.Los efectos de la difusión del informe son devastadores para Clinton; hoy está más cerca de su dimisión o destitución que antes de conocerse. Los detalles escabrosos recogidos puntillosamente por Starr están mermando considerablemente la credibilidad del presidente ante la opinión pública, menos intolerante que el fiscal, pero cada vez más cerca del desánimo que produce entre los ciudadanos la sensación de que ha abusado de su buena fe y que aumentan las pruebas de que ha mentido al país estando bajo juramento. Clinton repitió el viernes la maniobra de aparecer ante la opinión pública para pedir perdón, poco antes de que la Cámara de Representantes autorizara la difusión del informe, pero en esta ocasión los efectos no parecen haber sido tan favorables.

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Clinton sostiene ante un país conmocionado que sólo trató de proteger su vida privada

El Partido Demócrata aumenta la intensidad y frecuencia de los mensajes de abandono a la figura presidencial. En la votación de la Cámara para decidir la difusión del informe de Starr se registró un resultado final de 363 votos a favor de la publicación y 63 en contra. Implica que dos tercios de los congresistas demócratas votaron en contra de los intereses del presidente. Como le sucede a una parte de los ciudadanos, se sienten engañados por un dirigente en el que confiaron y temen que el riesgo de perder las elecciones parlamentarias del próximo noviembre sea más elevado conforme Starr estreche su cerco.

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La difusión del informe de Starr parece haber cortado de raíz el inicio de recuperación de la credibilidad política y personal de Clinton observado a raíz de su primera comparecencia pública para pedir perdón a los ciudadanos. La actitud del Partido Demócrata, el rechazo público de su Iglesia -recientemente fue amonestado por la Iglesia baptista- y la irritación de la opinión pública le convierten hoy en un problema político, no porque sea hombre sin futuro (en Estados Unidos, un presidente no puede repetir más de dos mandatos, y Clinton ya los ha logrado), sino porque es un hombre sin autoridad en un puesto en el que hay que tenerla. Es difícil imaginar cómo puede lograr en las próximas semanas recuperar suficiente prestigio e iniciativa como para desempeñar el papel que la realidad política mundial concede a un presidente de Estados Unidos. Quizá, con su reconocida capacidad de maniobra, logre ganar tiempo hasta la convocatoria de elecciones, pero, una vez constituida la nueva Cámara, su precaria situación volverá a ganar protagonismo.

La actuación de la oficina de Starr está revelando al resto del mundo las peculiaridades del sistema político norteamericano. Las mentiras de Clinton no justifican al fiscal especial por su conducta inquisitorial, incomprensible para la mentalidad de los ciudadanos europeos. El puritanismo y la ausencia de límites entre vida privada y pública que exhibe Starr es la cara peor del sistema; la mejor es que, como demuestra la difusión del informe por Internet, su vitalidad política le permite plantear debates tan interesantes para la democracia como el de si los ciudadanos tienen derecho a disponer de la misma información que sus representantes políticos y que sus jueces, sin intermediarios, o si, por el contrario, algunos detalles o informaciones que afectan a la vida privada deben ser protegidos y reservados. Ése es el debate que plantea el que un documento que en otras culturas hubiera sido tratado como confidencial, en EE UU esté al alcance de todos.

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