De la España paranoica

Un padre: su hija mete al novio en casa, su hijo no estudia y se gasta en juegos y juergas el dinero que le manda. Estamos en España, hacia 1630; como la de hoy. El novio de la hija tiene una hermana, que está en amoríos con el hermano de su novia. Todo sigue siendo intemporal. Pero vienen los octosílabos envenenados; sus retorcimientos verbales, sus alusiones y sus disimulos; viene el teatro con sus engaños, de manera que por falta de un nombre o por la condenada oscuridad de aquellos tiempos, las situaciones y los personajes no se identifiquen a tiempo. Viene, sobre todas las cosas, el honor y las normas de comportamiento; y las exigencias, las dificultades; los problemas de aquella horrible cosa que se llamó el honor -aún quedan vestigios- característicos de la España de los Austria. No mucho después llegaron los Borbones de Francia y mejoraron: algo tuvieron de bueno. Oyendo esta comedia se percibe una vez mas la paranoia de España. Las represiones, los códigos, el miedo, la suspicacia continua, la vigilancia de unos a otros, las culpabilidades. El verdadero conflicto, el de su tiempo, es el que enreda a estos dos hidalgos: por algunas razones de honor, odio y venganza, son enemigos absolutos; por otras circunstancias, están obligados el uno al otro. Los dos tienen la idea fija de matarse mutuamente; y los dos, de ir aplazando el duelo porque se deben otros favores hasta que se cumplan otras ofensas y otras venganzas. Es un comportamiento de clase alta, de caballerosidad, de nobleza: los rufianes, como no tienen honor, tienen más libertad para ser asesinos.Hay una infinidad de matices en todas las situaciones: y todos son aberrantes: vistos con nuestros ojos, un poco más limpios que los de entonces. No obstante, son nuestros ojos los que leen todos los días en las páginas de sucesos acontecimientos parecidos a estos; sucesos de parejas, de tríos o de lo que sea, que terminan a navajazos o a tiros. Parecen, más bien, de las clases menos favorecidas por la sociedad: son estos los que finalmente imitan a los caballeros de entonces, mientras que en los de ahora se ha instalado la comprensión y la tolerancia. No cesa la paranoia de España. Esta comedia, cuyo título compendia los sucesos, abre la temporada de la Comedia, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. En general la representación es buena. La manera de decir el verso es clara: el trabajo del director (y profesor) Juanjo Granda ha logrado que el verso, tan molesto siempre, salga adelante y que el enredo sea comprensible. Citar nombres es citar el reparto entero: me da la sensación de que cada uno de estos profesionales nuevos puede sustituir a cualquier otro. Les iremos viendo en el futuro. Gustaron al público: no sólo por la predisposición natural hacia esta compañía y de sus compañeros y profesores y profesionales del teatro, sino mas allá. Sean bienvenidos.