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Jospin sigue esperando al amigo Chevènement

El misnistro de Interior no será sustituido por ahora pese a continuar en coma y con riesgo de secuelas

El Gobierno de Lionel Jospin se niega a aceptar como definitivo el vacío trágico dejado por el ministro de Interior y presidente del partido Movimiento de los Ciudadanos (MCD) Jean-Pierre Chevènement, quien permanece en coma desde hace una semana, víctima de una alergia a la anestesia suministrada para una operación de vesícula. Ayer, los médicos del hospital militar Val-de-Grace de París anunciaron que el ministro evolucionara favorablemente dentro del coma y negaron que al paciente no se le hubiera hecho una prueba de tolerancia a la anestesia antes de la intervención.El pudoroso respeto por la suerte de un hombre que ha estado al borde de la muerte y la solidaridad que despierta la gravísima situación de un compañero y amigo impide al conjunto de la izquierda plural francesa extraer mayores conclusiones sobre el futuro político del ministro. Aunque la hipótesis de una franca recuperación, forzosamente prolongada, no disipa en absoluto el riesgo cierto de graves secuelas neurológicas, la consigna de Lionel Jospin es esperar todo el tiempo que haga falta.

El primer ministro y con él el resto del gabinete ha dejado bien claro que Chevènement no será sustituido y que está dispuesto a prolongar durante largos meses la situación de interinidad que el secretario de Estado de Ultramar Jean-Jack Queyranne ha empezado a desempeñar. "Nuestro objetivo y nuestro deseo es que Jean-Pierre Chevènement se recupere y vuelva a nosotros con su inteligencia, su humor y su firmeza de convicciones", ha dicho el primer ministro francés por boca de su portavoz oficial, Daniel Vaillant.

No son frases de ocasión destinadas a adornar el estilo del Gobierno y la sensibilidad de trato de Jospin. Al afecto personal existente desde hace muchos años entre estos viejos socialistas compañeros de gabinete en el Gobierno de Michel Rocard, se une ahora el papel protagonista, clave en este Ejecutivo de coalición, que el actual ministro de Interior ha ido ejerciendo, de manera creciente según pasaban los meses.

Jospin necesita recuperar para su Gobierno al presidente de Movimiento de los Ciudadanos porque con su estilo provocador, su ironía, su humor y su firmeza ha conseguido que la izquierda francesa asuma la importancia de la seguridad ciudadana y se dote de un considerable fondo de realismo político, sin renunciar a los valores y objetivos republicanos y socialistas.

En la medida en que ha taponado los flancos que han debilitado históricamente a la izquierda francesa, Chevènement ha llegado a erigirse en uno de los puntales de estabilidad del actual Ejecutivo, la proa con que la que tropieza habitualmente la oposición parlamentaria. Bajo su máscara de firmeza, que responde a una actitud en ocasiones más simulada que real, el actual ministro de Interior ha ordenado relativamente, y desactivado momentáneamente, un asunto tan vidrioso y explosivo como el de la inmigración ilegal. Hay razones como para creer a aquellos miembros de la Administración que insinúan que, en realidad, Chevènement ha estado siempre más abierto a escuchar a los indocumentados que el propio Lionel Jospin.

Es en Córcega donde el ministro de Interior ha hecho valer sus intransigentes convicciones republicanas. Tras el asesinato del prefecto Claude Erignac, emprendió una vasta operación de limpieza que no está dejando títere sin cabeza en el empeño de restablecer el Estado de Derecho y acabar con una corrupción y violencia caracterizadas como "premafiosa". A despecho de la disposición dimisionaria que se le atribuye -dimitió como ministro de Defensa por la participación de Francia en la guerra del Golfo-, de su inconformismo proverbial y de su antieuropeismo militante, Chevènement se ha mostrado a lo largo de la legislatura como un aliado fiel de Jospin. El ministro de Interior llegó hace tiempo a la convicción de que el futuro de su pequeño partido y de las ideas que representa pasa por la colaboración con el Partido Socialista.

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