La Pasarela Cibeles recrea los usos del blanco
El modista Pedro del Hierro experimenta en ruedos, talles y escotes
La segunda jornada de la Pasarela Cibeles comenzó con un sereno toque en el que se intuía la instintiva serenidad de la firma Devota & Lomba. Pedro del Hierro se ha caracterizado siempre por un trabajo de búsqueda sobre las diagonales, y sobre este concepto experimenta en ruedos, en talles y escotes, que a fuerza de lo que es irregular en sí mismo llega a encontrar un propio orden nuevo, lo que él mismo llama "raro equilibrio". Pedro Morago consiguió una depurada síntesis que llevó a todos, en silencio procesional, al mar de China.
Modesto Lomba ha apostado por la renovación en la base de los tejidos, una lucha en la que es pionero. Llamaba extraordinariamente la atención el lino metalizado en dos tonos gris acero, hábilmente combinados a dos piezas, el punto de celofán color marino y como hallazgo el tencel impermeable al cien por cien usado en blanco para las cazadoras masculinas. La sarga de tencel integral usada en negro también dejó hacer vestidos muy suaves a Lomba. Los escotes fueron rectos y asépticos, con blusas de alta invención en tablas artesanas, y con la aparición llena de ternura del nido de abeja para aportar un brote breve de textura aquí y allá. Los vestidos fueron generalmente bajo la rodilla y de corte recto, algunos no bien resueltos, según la hipótesis inicial de la firma. Hubo al final un vestido largo, verdadera delicia, que simulaba un envoltorio de lujo también con algo de lectura zen, atado y bien atado sobre el busto. El calzado fueron sandalias de cuña o tacón bajo, siempre con la espléndida factura de Yanko, siempre bajo el control de diseño de Modesto Lomba, quien escogió el blanco en algunas variantes, el yeso y los crudos, llegando a la simulación de un verde agonizante. No tienen explicación los tocados neobarrocos realizados por Beth McWoman, que se alejaron totalmente de la estética y el rigor de esta firma desconcentrando la linealidad de los conjuntos.Elio Berhanyer presentó un trabajo convencional por principio, bien hecho siempre con la aspiración de la costura como una sombra amable sobre el trabajo de diseño. La colección empezó con un aire marinero, que poco a poco se fue engolando hasta encontrarnos con unas hombreras demasiado angulosas y con chaquetas entalladas; no le faltaron a Berhanyer estampados florales y una serie final de trajes largos, donde se pone de manifiesto que hace un producto caro y rico que tiene un público tan limitado como fiel y solvente.
Chispazos de talento
Le siguió Gilles Ricart, aparentemente facilón de dibujo pero con chispazos de talento. Ricart paga una novatada al insistir en una inútil transparencia en los tops, y en una serie para hombre de no demasiada justificación técnica ni estilística, donde lo mejor fueron los pantalones de lino sin bragueta y para la mujer un casi esquizofrénico y recurrente uso del perforado, que a vuelta de insistir llegó a tener aciertos. Le siguió la firma Steve / Sita Murt, con frescura, apostando por vender una línea joven y con concepto de la comodidad.Tras el rigor mesetario de Morago cerró la velada Pedro del Hierro, con una colección titulada El imperio de los sentidos, apoyada fundamentalmente en el blanco y sus infinitos tratamientos de gama pasando por el guijarro, yeso o tiza, para adentrarse en una solución de colores naturales y vegetales, que el modista hace contrastar con el rojo como punto final. Para la noche Del Hierro vuelve a las aberturas de vértigo y usa el tul salpicado de brillos, envolviendo el cuerpo con un sentido que apoya la gravedad.
Babelia
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