_
_
_
_
Reportaje:

Aprender a regresar

Los marineros españoles retenidos en Gambia relatan los sufrimientos padecidos en su cautiverio

, "Os estarán esperando en el aeropuerto diez autobuses de Isla Cristina y el propio Chaves, eso si no se entera Matutes y le roba la foto en la escala de Madrid". Estas palabras del armador del Briz 3, Ángel Fernández, les llenaron las piernas de miedo a Antonio Lozano y Domingo López. El salto del solitario trabajo de la mar a la mano por la espalda multitudinaria no es fácil para estos dos pescadores, que aún no se imaginan lo que es ser noticia y a los que les queda por digerir los tres meses de retención involuntaria en Gambia.

En un primer momento, el patrón, Antonio, salta y asegura que lo peor que les ha sucedido en los meses de retención fue la paliza que les propinó la guardia costera gambiana la noche del 2 de junio, cuando les detuvo por presunta pesca ilegal. En la cafetería del hotel Meridien de Dakar, David Fernández -el hijo del armador, que se ha pasado casi tanto tiempo como ellos en Banjul- les recordó los miles de malos momentos pasados. David no quiere hablar, pero ha pasado mucho miedo. El pasado jueves, él y su padre le pagaron más de seis millones de pesetas en billetes, tan pequeños como para llenar una maleta, al juez Willie A. Inyang, para que sentenciara a los marinos españoles a "tan sólo" una multa de más de 30 millones de pesetas, sustituibles por cuatro años de cárcel para cada uno, por un delito del que siempre se han declarado inocentes. David ha llegado a jugar al fútbol con el legendario jugador ex sevillista Biri-Biri y varios ministros del Gabinete gambiano. El hijo del armador cuidaba de los hijos de los gerifaltes que tenían retenido al barco y a la gente de su padre, mientras le abrazaba el estómago de rabia. "Esto es África".

Domingo asegura que la paliza fue "el comienzo del miedo". Los españoles retenidos (y conviene incluir a David, que, aunque no legalmente, lo estaba de facto) pasaron pavor. No entienden cómo el pasado viernes, tras pagar un soborno millonario y una multa mayor aún, el Gobierno gambiano les amenazaba con llevarles a la cárcel. "La mentira que he visto, nosotros en el estrado, el embajador de nuestro país en un banco, el juez untado... Todo daba asco", se lamenta Domingo. Para el jefe de máquinas del Briz 3, el peor día fue el pasado viernes, cuando, en un vaivén de emociones, comenzaron la mañana sintiéndose libres tras la sentencia judicial del jueves; llegaron a la hora de comer como posibles reos, pues la multa iba a crecer en 180 millones de pesetas y no había manera de pagarlos, y cenaron como hombres libres.

A lo largo de este tiempo ha habido encontronazos grandes. Lorenzo y Justo son los nombres que se quedarán en su memoria. Dos empresarios españoles con pequeños negocios en el país africano que les reprendían en su hotel-cárcel por estar creando una situación adversa a sus intereses económicos por su retención en Gambia. A Domingo y a Antonio aún se les enciende el alma cuando piensan en ellos. Estos empresarios llegaron a buscar firmas entre los españoles residentes en Gambia para enviar una carta a los periódicos en la que se asegurara que la situación de los marinos había sido "de privilegio" y que la relación entre ambos países es excelente. Los tripulantes del Briz 3 no entienden qué demonios le hicieron a estas dos personas.

Las aberraciones y abusos vistos y los sobornos para seguir adelante han sentado un poso doloroso en los dos marineros. La llegada a casa -se espera que aterricen hoy mismo en Sevilla-, casi les mete miedo. Especialmente el aeropuerto, repleto de cámaras, bolígrafos y preguntas. Se van haciendo a la idea y no puede ser más duro que cuando a mediados de agosto vieron cómo regresaban a España sus tres compañeros españoles de cautiverio. "Llorábamos sangre, pero no lo podíamos demostrar para que no sufrieran", asegura Antonio, que sabe que este fin de semana se podrá beber un vino con esos compañeros que pudieron salir de Banjul mientras él permanecía cautivo. "Tendremos efectos secundarios del cautiverio, pero no sabemos cuáles", sentencia Domingo, con la mirada baja y frotándose los ojos. Echa de menos a alguien de confianza, a su mujer, a un hermano que le escuche. Todo lo que ha vivido y sufrido tiene que ser digerido, y no hay mejor receta que titularlo a través de una persona cercana. Hoy lo tendrá todo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_