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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cintura política

HERRI BATASUNA concurrirá a las elecciones vascas de octubre bajo la forma de agrupación electoral. Dando por descontado que HB no habría hecho ese movimiento sin lo que Atutxa ha denominado la "complacencia de ETA", está por ver si se trata de una operación de maquillaje electoral, como opinaron populares y socialistas, o si, como piensan los nacionalistas, refleja la voluntad de comenzar a "hacer política".El portavoz de HB, Arnaldo Otegi, descartó que la iniciativa tenga que ver con el temor a una eventual ilegalización de su formación. Se trataría, por el contrario, de crear una estructura capaz de agrupar a los sectores que comparten su diagnóstico sobre el agotamiento de la vía autonómica y reclaman un nuevo marco político. En un planteamiento que formalmente recuerda a las plataformas amplias de los partidos comunistas de antaño, se trataría de presentar como algo nuevo y abierto a la sociedad un producto formado por el partido más sus compañeros de viaje: ex miembros de HB y descolgados en general.

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El programa de la agrupación sería, según desveló Otegi, la propuesta de "acuerdo nacional" presentada hace unos días por HB y cuyos puntos coinciden casualmente con el programa de HB (y con la plataforma de ETA: la llamada alternativa democrática): reconocimiento del derecho de autodeterminación y de la vasquidad de Navarra y del País Vasco francés y "salida democrática" a la violencia; es decir, mediante la negociación. Otegi descartó la posibilidad de formar parte de un Gobierno de coalición nacionalista, porque es el rechazo del marco autonómico mismo, cualquiera que sea su composición, lo que une a los miembros de la nueva agrupación. El PNV y EA habían insinuado la posibilidad de un Gobierno de concentración nacionalista, con HB, si esta formación se desmarcaba de ETA. Pero la mera posibilidad de que ETA declare una tregua, o que HB lo pida, fue considerada ayer por Otegi "una frivolidad" y un intento de desviar el debate del punto central: la necesidad de cambiar "el escenario" político.

Las modestísimas esperanzas de que pueda haber algo más de lo que se aprecia a simple vista derivan, pues, exclusivamente de la fe que exhiben el PNV y EA, interlocutores de los nuevos dirigentes de HB. Alegan estos partidos, por ejemplo, que no ha habido una respuesta desaforada al cierre de Egin. Sin embargo, podría argumentarse que ha sido la firmeza del ministro del Interior, reforzado por la movilización que siguió al asesinato de Miguel Ángel Blanco, lo que ha determinado la escasa capacidad de respuesta de HB, incluso frente al encarcelamiento de su Mesa Nacional.

Es cierto que alguna vez HB se planteará hacer política, como el Sinn Fein en Irlanda, y que ese día el nacionalismo tendrá que prepararles una pista de aterrizaje. Pero los indicios de que tal cosa esté próxima brillan por su ausencia. Esta misma semana, HB se ha negado a condenar los nuevos desmanes de sus cachorros (en Vergara y Hernani, por ejemplo), y ayer mismo se anunció la expulsión de ETA de su antiguo jefe político José Luis Álvarez Santa Cristina, Txelis, precisamente por cuestionar la continuidad de la lucha armada.

El binomio ETA-HB es perfectamente capaz de combinar los acercamientos sectoriales al PNV y EA en lo que llaman micropolítica, con el mantenimiento de "acciones selectivas" de "la organización" destinadas a "poner al Estado contra las cuerdas". Así lo proponía un texto de KAS, significativamente titulado Nueva cintura política, fechado en el verano de 1996 y cuyo objetivo sería conseguir que el MLNV se convierta en el "principal referente aglutinador de los sectores abertzales", de forma que situase a ETA "en condiciones de abordar un proceso de negociación serio". ¿No se parece este diseño a lo que en realidad está pasando gracias a la fe de carbonero de algunos dirigentes nacionalistas?

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