De la depresión al "olimpo"
Robert Mawson no olvidará fácilmente la mañana del 30 de septiembre del pasado año. Su agente, Christopher Little, envió entonces un puñado de copias del manuscrito de Hijos de Lázaro a los editores. Patrick Janson-Smith, de la casa británica Transworld, miembro del grupo Bertelsmann, recuerda ahora cómo la leyó de un tirón y trató de ser el primero en hacer una oferta por la novela. Cuando Little le recibió al día siguiente, la competencia apostaba ya fuerte, 50.000 libras (12 millones de pesetas) por un desconocido. La puja había empezado. Janson-Smith puso 250.000 libras (105 millones de pesetas) sobre la mesa y la Feria del Libro de Francfort, celebrada poco después, confirmó el ánimo general. Había aparecido otro superventas. Una obra, eso sí, bien escrita y no ajena a la redención personal de un autor a punto de tirar la toalla.Periodista, piloto comercial y asesor de prensa con numerosos clientes en el terreno médico, Robert Mawson publicó otra novela, A ship called hope, en 1994. Los 3.000 ejemplares escasos vendidos en su día contrastan con el arrollador éxito actual. Un estado de gracia literario en el que no piensa perderse. Una tercera obra, en realidad la segunda para el gran público, está ya en marcha. La familia y su entorno moral y emotivo tendrán también aquí cabida. "Cuando inicié Hijos de Lázaro tenía ya en la cabeza otro argumento. Por si no me salía bien a la primera, supongo. Con todo el barullo que se ha armado lo he ido dilatando pero quisiera ponerme a trabajar lo antes posible". Divorciado y con tres hijos adolescentes, el escritor espera aprovechar bien los beneficios de Hijos de Lázaro. "Querría, por ejemplo, establecerme en París durante algún tiempo y poner en orden mi vida". Gestar la obra le supuso alejarse de su familia, vender su casa y su negocio y recluirse en Anjou (Francia). Todo ello sin dar apenas explicaciones. El éxito ha suavizado el regreso y alejado una depresión que requirió tratamiento, además del paro. Antes del triunfo estaba resuelto a inscribirse en el mismo. "Mi hija me dijo que estaba muy orgullosa de mí. Después del mal trago de no verles durante un tiempo, por culpa de mi propio estado emocional, ha sido la mejor recompensa", reconoce sin rubor alguno.
Su agente literario le tiene al día de las novedades que se publican, pero el olimpo literario lo abruma. Él prefería la tradición, algo pasada ya de moda, de escribir con mayor tranquilidad. "Antes podías firmar un contrato y escribir un libro en un plazo razonable, tres o cuatro años. Ahora parece obligado publicar uno al año".
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