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EUSKAL HERRIA ESCONDIDA

La única iglesia paleocristiana

Si levantara la cabeza el señor de Buradón y viera el estado en que se encuentra la iglesia donde rezaba antes de salir a luchar contra los árabes o los castellanos, que los dos eran sus enemigos, no daría crédito a lo que se mostraba ante sus ojos. No tanto por el estado del templo, construcción cambiante y perecedera, sino por el cambio en el paisaje. Aunque también habría que decirle al señor de Buradón que ha sido esta transformación (con la construcción de un túnel que salva las llamadas Conchas de Haro para el incesante tráfico que transcurre por la N-232) la que ha permitido descubrir la única iglesia paleocristiana conocida en el País Vasco, con restos del siglo V y muestras de posteriores transformaciones hasta la décima centuria de esta era. La iglesia recién descubierta de Buradón estuvo en primera línea de frente de lo que fue en aquellos siglos uno de los escasos, por no decir el único, punto de contacto entre la Península Ibérica musulmana y la cristiana. Junto al castillo del mismo nombre, el templo y la necrópolis probablemente correspondían al pueblo que siglos más tarde se trasladaría a lo que es ahora Salinillas de Buradón, villa que ha conservado el carácter fronterizo que tenía su antecesora, a tenor de las crónicas de esas épocas. Situada a la sombra de las peñas de las Conchas de Haro, la iglesia recién descubierta de Buradón refleja la humildad y la pobreza de aquellos cristianos primerizos, muchos de ellos aún con resabios arrianos (no hacía mucho que los visigodos habían abjurado de esta herejía). Los sobresaltos que sufría el templo con los ataques de los árabes y las escaramuzas entre navarros y castellanos se amortiguaron con el paso de los años. Tanto que los restos de la antigua iglesia pasaron a ejercer una función más pedestre, la de bancal para el cultivo de la vid. Pero esta paulatina ocultación por el avance del tiempo y el cambio de ubicación de la villa se vio de repente alterada en 1993 cuando se decidió transformar este paisaje a orillas del Ebro, cada día más concurrido por vehículos de cualquier tonelaje. Aquella peña que la iglesia y el castillo de Buradón habían guardado durante siglos fue perforada a causa de una ampliación de la carretera y quedaron al descubierto los restos del templo y de su cementerio, en el que se han encontrado hasta 44 sepulturas. Estos restos arqueológicos muestran las distintas modificaciones que sufrió la iglesia. La primera construcción conforma un templo paleocristiano del siglo V, de estructura típica. Se trata de un rectángulo largo y estrecho de 17 por 5 metros, construido con lo que aquellos primeros cristianos encontraban más a mano: sillares de arenisca, ladrillos de tipo romano o bloques de adobe. Algunos siglos más tarde, en lo que se denomina Alta Edad Media, y con el aumento de prestigio y autoridad de la religión cristiana, se amplió el templo con la eliminación de la pobre cabecera original, que fue sustituida por un ábside de herradura, como el descubrimiento de los restos ha permitido apreciar. El fragor de motocicletas, coches y camiones a escasos metros de donde está ubicado este templo, rescatado gracias a ellos de una triste vida de bancal, es un ingrediente inevitable en un viaje del tiempo al estilo de la taquillera película francesa Los visitantes, que vuelve a arrasar en estos días con su inevitable secuela. El vuelo de la imaginación en estas condiciones es tarea más que difícil, sobre todo si al citado inconveniente del ruido se une la exagerada valla (con cartel de prohibido el paso incluido) que rodea el hallazgo, no hace tanto tiempo una viña moliente y corriente. Así que no queda más remedio para esta rememoración que ayudarse de romances y leyendas históricas, aunque sean de 1927 y terriblemente anacrónicas y ripiosas, como la que publicó Bernardino Tosantos en la revista Euskalerriaren alde y que comienza así: "¿Dónde va Fernán de Oñate, / el señor de Buradón, / al frente de sus mesnadas / sobre el piafante trotón? / Va a la guerra contra el moro / que sus campos asoló. / Su esbeltez y bizarría / van llamando la atención. / Detrás le siguen sus huestes, / en compacta procesión". Durante 450 versos más, Bernardino Tosantos relata el enamoramiento de Fernán de Oñate de la bella Zoraida, al mismo tiempo que sus huestes entran en batalla con las del rey moro Ben-Alkor, también enamorado de la joven princesa. Fernán de Oñate sí fue señor de Buradón, pero en la actual ubicación del pueblo de Salinillas, y nunca llegó a conocer a ningún "rey moro", pero esas son las licencias del poeta, aunque pretenda ser épico. El artífice del traslado fue el infante Sancho IV de Castilla a mediados del siglo XIII, en aquel momento en guerra con Navarra. Buradón, por su evidente conformación natural, siempre había sufrido los rigores de las contiendas entre sus señores, primero contra los árabes y luego contra navarros, que siempre codiciaron esta zona. Así que, antes del año 1264, Sancho IV decidió trasladar de lugar el pueblo hasta un pequeño otero, donde los vecinos se establecieron como villa, fuertemente parapetados tras unas murallas de las que todavía hoy se conservan los restos. Salinillas de Buradón continuó manteniendo ese carácter de villa fronteriza, pero pronto también empezó a sacar partido de sus aguas que le habían dado el nombre. Esa riqueza se percibe todavía en un paseo por el pueblo con numerosas casas blasonadas. También en su parroquia de la Inmaculada Concepción, del siglo XVI, con dos interesantes sepulcros de los condes de Oñate, herederos de aquel don Fernán de la leyenda y que vivían en el cercano palacio, del siglo XVII, en cuyo interior se conserva un torreón medieval. El prestigio de las aguas de Salinillas de Buradón pasó de las salinas a las sulfurosas a finales del siglo pasado, cuando se puso en marcha su afamado balneario, a las afueras de la villa. Fue el canto del cisne de un pueblo que había dejado de ser baluarte fronterizo, al mismo tiempo que la sal perdía gran parte del valor que tuvo en siglos anteriores. El balneario acabó finalmente engullido por la misma carretera que ha descubierto parte de los orígenes de Salinillas de Buradón, donde ahora el único recuerdo de aquellos sobresaltos llega con la "bajada del moro", uno de los atractivos de sus fiestas patronales.

Datos prácticos

Cómo llegar: Los restos de la iglesia prerrománica de Salinillas de Buradón se encuentran en la carretera N-232, justo después de pasar el túnel de las Conchas de Haro. Desde Bilbao se puede llegar por la A-68, con salida en Zambrana, mientras que desde Vitoria se sale por la N-I, para desviarse en el cruce de Armiñón hacia Logroño. Alojamiento: En el mismo pueblo de Salinillas de Buradón hay una casa de agroturismo, Areta Etxea (tel. 941 337275). Ya en la cercana localidad de Briñas, se encuentra el hotel Portal de la Rioja (941 311480). También en La Rioja, en Haro, hay alojamiento en Los Agustinos (941 311308), Iturrimurri (941 311213) y el hostal Aragón (941 310004). En Labastida, de vuelta a Álava, Tejada (941 331136) y Jatorrena (941 331050). Comer: La cercanía de Salinillas de Buradón con la Rioja alavesa hace inevitable una visita a sus restaurantes, donde las chuletillas al sarmiento y los asados son las principales especialidades. En Labastida, hay una buena oferta: El Bodegón (941 331027), Iturbe (941 331381), López de Aguileta (941 331544) o el ya citado Jatorrena (941 331050).

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