De Menem a Fujimori
EL PRESIDENTE peruano, Alberto Fujimori, aún no ha dicho esta boca es mía, pero el Congreso de la nación sí que es suyo y se ha apresurado a ratificar una ley, ya aprobada inicialmente en 1996, para que el primer mandatario pueda presentarse a un tercer periodo, pese a que la Constitución prohíbe más de dos mandatos consecutivos. La explicación de todo ello es la de que el presidente sólo ha ejercido un mandato bajo la presente Constitución, aprobada en 1993, y que el primero se produjo con la de 1979, con lo que la ley pintorescamente llamada De Interpretación Auténtica de la Constitución es la que vale para que Fujimori opte a ese tercer tiempo presidencial. La oposición recogió casi millón y medio de firmas para obligar a que se celebrara un referéndum sobre la eventualidad de tener cinco años más en el poder al mismo presidente. Pero la junta electoral estableció el pasado día 20 que era preciso el voto favorable del Congreso para que pudiera convocarse la consulta popular. De ahí la nueva votación de la ley, que la oposición pretendía derogar, lo que, si se hubiera logrado, debería haber dado paso al referéndum.Para producirse la derogación de la ley, la oposición tenía que reunir al menos un 40% de los 120 diputados que componen la Cámara, al margen de si había quórum o no. Ello significaba que 48 debían votar a favor de la derogación, pero tras un debate tempestuoso, con intercambio de puñetazos y sonora protesta anti-Fujimori en la calle ante el Congreso, 67 diputados del partido presidencial, Cambio 90 Nueva Mayoría, ratificaban la ley contra 45 opositores. Si éstos hubieran sido tres más, 48, la ley habría sido abolida y comprobado entonces si la fértil imaginación constitucional del presidente y de sus seguidores era capaz de dar con otra fórmula para que pudiera haber tercer mandato, sobre todo porque las encuestas arrojan una fuerte oposición popular a tanto Fujimori presidente, y el referéndum parecía francamente difícil de ganar.
El caso es idéntico al de Carlos Menem en Argentina, donde también ha habido contabilidades sui géneris para argumentar que el peronista podía presentarse a un tercer mandato bajo constituciones diferentes. Pero en el propio partido de Menem es donde surgió la oposición más dura en la persona del aspirante a sucesor, Eduardo Duhalde, quien tenía ya apalabrado un referéndum, si bien sólo consultivo, en la provincia de Buenos Aires para destruir las pretensiones de su jefe. El presidente, por fin, renunció en julio pasado a forzar interpretaciones de la carta y decidió pasar vez.
La moral de esta historia no es la de quién tiene menos ansia de poder, si Menem o Fujimori, sino qué sistema de partidos es más fuerte y qué rivalidades internas son más enconadas entre los dos países, campos en los cuales gana Argentina sin manos, para impedir que su presidente quiera reincidir.
El mandatario peruano se halla, mientras tanto, de vacaciones en Boston, adonde se fue con sus hijos con tan inopinada celeridad que es como para pensar que quería quitarse de en medio mientras le aclamaban en el Congreso. Fujimori ya dio una especie de autogolpe para gobernar sin la Cámara e hizo aprobar la Constitución de 1993, tras su primera elección, en 1990, pero fue reelegido en unos comicios aceptablemente democráticos en 1995, y ha desarrollado una labor eficaz en el combate contra el terrorismo de Sendero Luminoso, así como obtenido tasas de alto crecimiento económico, aplicando recetas neoliberales que hoy ya parecen, sin embargo, mucho menos efectivas.
Siempre le quedará en último término al ciudadano la posibilidad de, si Fujimori se presenta en el 2000, como parece seguro, decirle que no a su candidatura. Eso es de esperar que no se lo niegue nadie.
