"No sé si nadie va a entender nunca lo que nos ha pasado"
Un hombre sentado bajo el techo de paja de un hotel del trópico y sacándole el jugo a un mondadientes después de una paella comida con amigos, también puede ser el retrato de un prisionero. Los dos marineros retenidos en Gambia desde el pasado 2 de junio viven en un hotel turístico en Cape Point -la zona noble del país, en la boca por donde las fuertes corrientes del Atlántico penetran en el río Gambia-, comen gambas al ajillo y tienen el alma rota.El patrón Antonio Lozano, de 30 años, y sus jefe de máquinas, Domingo López, de 36 años, aún no se pueden creer que mañana se va a acabar todo. La bondad de la vida física que llevan en Gambia no sirve para paliar el destrozo de sus cabezas después de tres meses de reclusión y abandono. "No sé si nadie va a entender nunca todo lo que nos ha pasado, pero yo lo que no quiero es volverme loco", se lamenta Antonio.
Al amanecer del martes aterrizará en el aeropuerto de Banjul el armador del Brizz III , Alejandro Fernández, con un maletín repleto de cheques de viajero y otro talonario a nombre del Gobierno de Gambia por un total de 38 millones de pesetas. Es el precio que los gobernantes de este país han fijado como multa por la supuesta pesca ilegal en sus aguas y para la liberación de los dos marineros españoles y de ocho senegaleses, que aún están a bordo del pesquero realizando labores de manutención.
En la mañana de hoy, Antonio y Domingo deberán comparecer ante el Tribunal Superior de Gambia. En realidad, el juicio no se celebrará -las cartas están echadas desde el momento en que se acordó la cantidad a pagar- y el martes, una vez saldada la deuda, los marineros embarcarán en el Brizz III rumbo a Dakar y de ahí cogerán el primer avión que aterrice en España. "Yo hasta que no esté en casa no me lo creo. No es la primera vez que no cumplen lo que dicen", señala el patrón.
Antonio duda con los ojos húmedos en medio de un ambiente que a fuerza de ser paradisíaco, es hostil. Mientras al patrón del pesquero se le despeña el alma pensando en los tres meses que ha pasado convencido de que iba a acabar en un penal de la época de la colonia británica, los turistas europeos se doran al sol, al lado de los edificios bajos y de color ocre del Sunwing Hotel. Los dos marineros andaluces se sienten dejados de la mano de Dios. A su lado, está David -el hijo del armador que lleva en el hotel casi tantos días como ellos y que ha sido el encargado de negociar y abrir el bolsillo por lo alto y por lo bajo- y la escasa colonia española que vive en Banjul y que les acompañan cuando pueden hablando de fútbol o de lo que sea con tal de que no piensen más de lo que les conviene.
A Antonio y Domingo, el olvido que les duele es el de la Administración española. El embajador en Senegal -en Gambia, tan sólo hay un cónsul honorario, Javier Mantilla, que es el encargado del hotel donde están alojados los marineros y que tiene muy poca capacidad ejecutiva diplomática-, José María Otero, aún no ha sido capaz ni de entrevistarse con el ministro de Pesca de Gambia -"al pobre hombre le tenía que consolar yo", dice Antonio, "porque estos no le hicieron ni caso"-. El peso político de España en esta zona, a pesar de que millares de pescadores faenan en esas aguas y que ha habido infinidad de problemas, es poco menos que nada. Gambia, que vive en un estado militar desde 1994 aunque maquillado en democracia en el verano de 1996, mantiene ahora el más peculiar abanico de relaciones. Reciben dinero de EE UU que tiene en el aeropuerto de Banjul una pista de aterrizaje extralarga por si sus trasbordadores espaciales necesitaran aterrizar en África. El arroz, base de la dieta de la mayoría de la población, proviene en gran parte de China. Además, hay médicos cubanos y las lanchas usadas para apresar al barco español de pabellón senegalés son un regalo de Libia. El régimen del comandante -cuando dio el golpe de Estado era teniente y abandonó sus estrellas castrenses tras las elecciones del 96- A.J.J.Jammeh tiene en muy poca consideración a España a pesar de que, según el Consulado de su país en Barcelona, residan en suelo español más de 10.000 gambianos, lo que supone el 10% de la población de este país.
El Brizz III fue detenido el 2 de junio cuando navegaba por aguas de Gambia. Los marineros sostienen que no estaban pescando. "Navegábamos a baja velocidad, porque el motor no iba muy fino, y con los aparejos de las artes desplegados, pero no estábamos pescando... Esto puede ser motivo de una multa, pequeña, no como la que nos quieren poner ahora", insiste el capitán. No tenían licencia para trabajar en esas aguas, pero sí en las de Senegal, y no les queda más remedio que atravesar esta franja territorial de Gambia para ir de un banco a otro en busca de gambas. Desde entonces, ocho senegaleses y tres españoles han podido volver a sus casas. Otros ocho africanos y Antonio y Domingo permanecen a la espera. Los senegaleses no irán a la cárcel y los dos españoles volverán a casa esta misma semana si nada se tuerce.
Por el momento no quieren hablar de las penurias que han pasado a manos de las autoridades gambianas, porque son muchas y no se fían de que no se decidan a darles un escarmiento más. Como ejemplo para destrozar su optimismo están tres embarcaciones chinas en el puerto. Según los militares gambianos que la custodian, el Gobierno chino no tiene previsto pagar un duro, por lo que pueden permanecer flotando en el puerto a bordo de su pesquero durante años. "Eso es un ejemplo de lo que nos podía pasar a nosotros si el armador no hubiera tenido el dinero para pagar esta multa, sólo de pensarlo se me cae el alma a los pies", dice Domingo.
Chupando un palillo después de una paella y con el trasfondo del nexo borroso e interesado de sexo y dólares que suelen configurar las relaciones entre el Primer y el Tercer Mundo en los resortes turísticos del trópico se le escapan las lágrimas de su corpachón de marinero viejo. No sabe por qué está allí. No sabe por qué los diplomáticos no le han explicado su situación (en los juicios le tenía que traducir el mítico jugador del Sevilla y ex alcalde de Banjul Biri Biri, porque la Embajada española envió a una persona que sólo hablaba inglés; un idioma que se habla en Gambia pero que los pescadores españoles ignoran) y no se cree que el miércoles pueda aterrizar en España.
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