Clinton viaja a Moscú con las maletas vacías e hipotecado por el "caso Lewinsky"
Bill Clinton y Borís Yeltsin, dos líderes desacreditados en sus propios países y en la escena internacional, sólo podrán ofrecerse consuelo mutuo en la cumbre que celebrarán en Moscú los próximos martes y miércoles. Clinton viajará a una Rusia al borde del colapso con palabras de amistad y consejos tópicos, pero sin un solo centavo que regalar o una idea original que proponer. "No hay atajos, no hay balas de plata, no hay remedios rápidos", reconoció ayer Gene Sperling, jefe del equipo económico de la Casa Blanca, para describir la situación a la que se enfrentará el presidente en Moscú.
Clinton, según la Casa Blanca, les dirá a los rusos que deben trabajar dura y disciplinadamente para aplicar las reformas que conviertan de una vez a su país en una democracia y una economía de mercado. Eso será todo. Pero si las maletas del presidente de Estados Unidos pesarán poco, su persona estará, en cambio, sobrecargada con el morboso atractivo de los últimos episodios del caso Lewinsky.Hace apenas dos semanas, Clinton confesó que durante meses mintió a todo el mundo, desde su familia a la opinión pública, pasando por la justicia, al negar haber sostenido relaciones íntimas con la que fue becaria de la Casa Blanca. A los rusos les costará evitar verle no sólo como un mujeriego, propenso a la mentira y que intenta hacer olvidar sus problemas con cortinas de humo como los ataques a Sudán y Afganistán, sino como un líder con un futuro político muy hipotecado.
El anfitrión, Yeltsin, también está en su peor momento. Su afición a la botella, su debilidad física y su talante errático no parecen los mejores instrumentos para liderar al gigante eslavo, sumido en plena crisis política, económica y financiera. Pero la Casa Blanca no ve ninguna alternativa al liderazgo de Yeltsin y no ve otra salida a la crisis de Rusia que un amargo e impopular "tratamiento de choque" que lo coloque sin posibilidad de retorno en el camino hacia el capitalismo.
La Casa Blanca no pudo facilitar ayer una agenda precisa de las reuniones que sostendrá Clinton en Moscú, entre otras cosas, porque no sabía si Víktor Chernomirdin habrá sido confirmado por la Duma como primer ministro. Eso sí, el norteamericano predicará a sus interlocutores, incluido el comunista Guennadi Ziugánov, que son los propios rusos los que deben salir del hoyo haciendo las "cosas duras y disciplinadas que deben hacer para reformar su país y superar esta noche oscura". Empezando, añadirá, por seguir al pie de la letra el programa de recuperación económica recomendado por el Fondo Monetario Internacional.
Temiendo que Clinton y Yeltsin protagonicen en Moscú un espectáculo político deprimente y que ello agrave la noche oscura de Rusia y la desconfianza de los mercados financieros internacionales, Newt Gingrich, el líder republicano del Congreso, ha pedido que la cumbre se anule o aplace. "Ahí tenemos a dos presidentes débiles intentando apuntalarse mutuamente", dice Gingrich. "¿Quién sabe el tipo de promesas que se harán el uno al otro, los acuerdos que alcanzarán?".
La verdad es que también en la Casa Blanca el viaje a Moscú provoca mucha inseguridad. La impotencia y el desconcierto -"en este momento no hay un equipo económico en Rusia ni un plan económico en Rusia", dice Lawrence Summers, vicesecretario del Tesoro- no son los únicos sentimientos reinantes en la sede de la presidencia. Existe asimismo un miedo confesado a la posibilidad de una vuelta a mecanismos económicos centralizados al estilo soviético.
De las reuniones de Moscú cabe esperar poca cosa. Habrá, sin duda, condenas a los terceros países que intentan incorporarse al club de potencias nucleares, pero es casi imposible que Clinton y Yeltsin hagan progresos sustanciales en materia de desarme, pues la Duma sigue negándose a ratificar el tratado sobre armas estratégicas STARTII.
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