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La cocina valenciana

"El placer de los banquetes no debe medirse por la voluptuosidad de los manjares, sino por la compañía de los amigos y por los discursos" Cicerón: Catón mayor, XIII, 45. Si como suponían los antiguos filósofos griegos, no se trata tanto de vivir como de aprender a saber vivir, entonces muchos valencianos convendrán conmigo en que esa moda tan esnob de ir a pizzerías, restaurantes chinos o hamburgueserías porque queda bien, aunque en demasiadas ocasiones comas bastante mejor en tu casa o en cualquier bar español, no es un buen ejemplo del arte de saber conducirse uno sabiamente por la vida, sino un claro desprecio de la buena cocina valenciana y de las sensatas doctrinas de filósofos de la talla de Diógenes de Sínope, Zenón de Citio y, sobre todo del erudito del placer, Epicuro de Samos; los cuales nos podrían enseñar a conducirnos de una forma más placentera y filosófica. Es difícil de entender la irracionalidad de esta costumbre tan valenciana y española de despreciar lo nuestro, lo propio de nuestra cultura, a pesar de que sea a veces de más calidad que lo extranjero. Efectivamente, la cocina valenciana es muy superior a la italiana, la china o la yanqui, etc.; sin embargo, valga de ejemplo, cualquier sábado o víspera de fiesta se llenan a rebosar las pizzerías y las hamburgueserías del centro de Alicante, mientras los bares y restaurantes tradicionales alicantinos de mayor calidad gastronómica, de la misma zona, se hallan bastante vacíos. Si alguien duda de la falta de calidad de la cocina italiana, que se vaya unos días a Roma y Florencia (yo mismo acabo de disfrutar de esas ciudades muy superiores a las españolas en arte renacentista o en arte en general, quitando el románico y el gótico en el cual España destaca, pero con unos alimentos de lo más simples), y comprobará que su comida, a pesar de ser el 100% más cara que la española, es muy inferior y de muy poca variedad. Allí, hasta en restaurantes de lujo, solamente disponen de pizzas, macarrones a la italiana, cerveza y poco más. Encima, las pizzas, en demasiadas ocasiones, son peores que las que te pueden servir en España y para ellos, como sucede en muchos países, es un lujo una buena ensalada. Y no se te ocurra pedir de postre una manzana, pera o naranja; pues la ridícula variedad que te pueden ofrecer te obligará a elegir los escasísimos postres de que disponen. Sobre la china, su única virtud reside en que muchos españoles se hinchan a comer a muy bajo precio, mas la calidad brilla por su ausencia hasta tal punto que si cenas en un restaurante chino, parece que te has tomado un laxante y a la mañana siguiente no tendrás demasiados problemas para descomer. Acerca de las hamburguesas yanquis, como las famosas coca colas, se trata de comida aún peor que las mencionadas, puesto que la cocina china o italiana al menos se trata de cocina, pero no de la comida basura al estilo de la malsana bebida de cola o las hamburguesas de carne picada de muy ínfima calidad. Evidentemente, se trata más de una cuestión de moda que de calidad, puesto que si fuese por la excelencia de la buena mesa tendrían que estar todas las ciudades extranjeras repletas de restaurantes españoles; pero, por lo visto, en este mundo de lo absurdo, en demasiadas ocasiones, vende más la fama, la apariencia y la tontería que la virtud de los productos. En gran parte, esta realidad se debe a que no sabemos valorar los aspectos más sobresalientes de nuestra cultura; pues, de igual forma, que no sobresalimos en el ámbito europeo en investigación científica, Filosofía, eficiencia labora, etc., sí se destaca en la Comunidad Valenciana por la envidiable dieta mediterránea (con unas paellas baratas y sabrosas que ya las quisieran disfrutar en otros países, ricas carnes, buenos pescados; excelente fruta y verdura, cereales, legumbres; pasteles, vino y los platos también exquisitos de otras partes del Estado), la música (no hay pueblo valenciano que no disponga de una excelente banda) y las fiestas (las de moros y cristianos de Alcoy son una maravilla, así como fuera de la Comunidad Valenciana, el San Fermín de Pamplona o la Feria de Sevilla). Por lo tanto, si en esos tres aspectos la Comunidad Valenciana sobresale dentro de los países más avanzados, ¿a qué viene ese desprecio de lo propio, aunque sea bastante mejor, y esa afición por la comida extranjera menos saludable y sabrosa? De cualquier forma, es lamentable que los dietistas de Estados Unidos nos hayan de convencer de los beneficios de nuestra dieta en tanto que miles de españoles contribuimos a la deforestación de la selva tropical ingiriendo la comida basura yanqui, que deteriora tanto el ambiente por basarse casi exclusivamente en la carne y al utilizar materiales de usar y tirar, principalmente el papel (para producir un kilogramo de carne se necesitan 16 de cereales y soja, 20.000 litros de agua o la energía equivalente a 8,3 litros de gasolina. Igualmente, con el fin de aumentar la producción ganadera se está eliminando parte de la selva de América Central). De cualquier forma, se entendería esta situación si alguien dijese que se va a una hamburguesería porque allí, siguiendo la cita de Cicerón, hubiese mejor compañía o tertulia; no obstante, como éstas asimismo se pueden encontrar en un buen restaurante valenciano y además con más exquisitas viandas, ¿a qué se debe esa afición a los extranjeros? A mi entender, mucho hemos de aprender de lo foráneo en otros asuntos, pero sería sensato que valorásemos más aquello en que sobresalimos respecto a ellos: excelente comida, simpatía, música popular valenciana y fiestas sin igual. Y, se preguntará más de uno, ¿por qué? Pues sencillamente por ser honesto, saludable y muy filosófico el reconocer las virtudes ajenas, pero también las propias, como en este caso, que las hay y de muy sobresaliente calidad.

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