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FERIA DE SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

Faenón de Víctor Puerto

Víctor Puerto toreó maravillosamente al natural en el transcurso de un faenón. Hacen ese toreo unos cuantos que yo me se, y dicen que han reinventado el toreo. Bueno, pues siguiendo el mismo discurso se podría decir de Víctor Puerto que reinventó el toreoSería una exageración, como casi siempre en la fiesta de los toros, pero de adjetivaciones delirantes e hipérboles surrealistas está hecha también la historia de la tauromaquia.

Un sesudo calibrador presente en el meritado acontecimiento precisaría que el faenón no se lo hizo Víctor Puerto a un toro. Y es verdad. Pero los-que- yo-me-sé, tan cantados y divinizados, tampoco.

El toro en cuestión, pequeñito y flojo -aunque no se cayó- era de excepcional nobleza. Así cualquiera, se podrá objetar, con razón. Sin embargo es igualmente cierto que los toros buenos descubren a los toreros malos. La memoria de la fiesta está llena de toros excelententes que pusieron al descubierto las carencias de muchos toreros, algunos con vitola de figuras e incluso con fama de maestros.

Río / Ortega, Caballero, Puerto

Toros de Victoriano del Río, chicos, flojos, pastueños en general; 3º, premiado con vuelta al ruedo; 5º, dificultoso. Ortega Cano: pinchazo tirando la muleta, otro bajo y bajonazo (protestas); bajonazo (oreja). Andrés Caballero: pinchazo bajo, estocada corta atravesada y tres descabellos (palmas y saluda); dos pinchazos, estocada, rueda de peones -aviso con mucho retraso- y cuatro descabellos (silencio). Víctor Puerto: pinchazo, estocada caída y rueda insistente de peones (dos orejas); dos pinchazos, estocada delantera baja y rueda de peones (aplausos); salió a hombros.Plaza de San Sebastián de los Reyes, 29 de agosto. 4ª corrida de feria. Media entrada.

Es el caso, en fin, que el faenón de Víctor Puerto tuvo dominio, estética y armonía. Estuvo perfectamente construido, desde los estatuarios iniciales hasta la teoría final de ayudados. Instrumentó derechazos de fundamento y al echarse la muleta a la izquierda interpretó el natural en su versión más bella.

El maravilloso toro iba embebido en la pañosa, el diestro tiraba de él con templanza, la suavidad del muletazo no desmerecía su hondura y -la suerte siempre cargada- todos los pases se producían con impecable ligazón.

Al abrochar las series el arte del torero aún se recrecía al ejecutar los pases de pecho; y al ligar estos con un inspirado repertorio de ayudados, trincherillas y molinetes; y hasta dibujó un interminable circular con la izquierda, que resumía el dominio, la cadencia y el temple de todo el toreo realizado.

Debió entrar a matar entonces Víctor Puerto. La faena ya estaba hecha. Pero siguió, ahora de rodillas, lo que ya era alarde innecesario. Y de rodillas volvió a torear al natural, poniendo en evidencia no tanto su valentía como la excepcional nobleza del toro.

Hubo más toreo en la tarde. Los lances a la verónica de Ortega Cano fueron de alta escuela. Las verónicas con que recibió Ortega Cano a su primer toro cargando la suerte, meciendo el lance, ganando terreno, son de las que están empezando a pasar a la historia. Luego ya no cuajó faenas en sentido estricto porque lejos de aplicar a la boyantía de sus toritos la torería que atesora, metía pico, instrumentaba con superficialidad las suertes, se ponía afectadamente pinturero y llegaba a parecer relamido. Andrés Caballero brindó un toro a Ortega Cano mediante largo parlamento, y la gente quería saber. La gente le preguntaba a Andrés Caballero qué le había dicho. Algo se debía cocer entre ellos por cuestiones profesionales. Pero quedó entendido que el brindis de Caballero era principalmente homenaje al maestro en su despedida de la plaza de San Sebastián de los Reyes, que es el pueblo donde ambos viven.

El brindante es aquel Andresín, que hace años irrumpió de novillero como una moto y si algo le sobraba era facultades físicas, dinamismo y simpatía. Volvió en esta ocasión con renovados bríos, saludó a su toro con la larga cambiada de rodillas, le hizo un quite por chicuelinas al amanzanarado estilo -Víctor Puerto le replicaría con otro de exquisita factura en la versión ortodoxa del lance-, banderilleó rápido y seguro, prendió un soberano par al quiebro, corrió, bulló... Y ahí se le debió acabar a Caballero el combustible pues en los turnos de muleta se empleó con excesivas precauciones y parvos recursos técnicos.

Toreo no hubo mucho más. La faena de Víctor Puerto al sexto fue a la manera moderna que consiste -ya es sabido- en pegar muchos pases, quitarse pronto, no ligar ninguno. Claro que nadie está obligado a ser genial todos los minutos de su vida. Ni el arte se vende a granel.

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