Ruiz Manuel tocó diana
Andaba el personal con media resaca después de la borrachera de toreo del día anterior, ya que José Tomás nos había dejado para el arrastre, cuando llegaron los maestros cantando la nana de la desgana y el aburrimiento.Mira por dónde que sale el tercero, de fea encornadura, y Ruiz Manuel, de la tierra, aguanta impávido la embestida del morlaco que lleva la cabeza muy arriba. Ruiz Manuel tiene un valor espartano, justamente el que hacía falta para doblegar la embestida descompuesta de un toro que manseaba buscando la querencia.
Dos series por la derecha y otra por la izquierda, obligando y mandando, muleta planchada y mano baja, constituyeron el núcleo de una faena honradamente coronada con la espada. Al sexto toro casi lo fusilan en varas, pero quedó lo suficiente para que Ruiz Manuel intentara darle un bofetón al sistema taurino que lo mantiene a dieta mientras que hace rico a otros. Para no ser menos que sus importantes compañeros, también falló a espada. Manzanares, en el primero, se había dignado dejar media verónica, había comenzado con unos buenos doblones y luego decidió irse de paseo. Cuando volvía, intentaba colocar algún muletazo aislado que se cuidó muy mucho de rematar con los aceros. El público, por respeto, le aplaudió; él, por respeto, no debió corresponder. Estaba toreando al cuarto con más gusto que apreturas cuando se vio por los aires. Reaccionó toreramente, olvidó las malas mañas y consiguió algunos momentos de autenticidad sin que la reacción durara hasta la suerte suprema.
Martínez / Manzanares, Ponce, Manuel
Cinco toros de Martínez Elizondo y 5º de La Ermita, todos con más aparatos que motor.José Mari Manzanares: ovación con algunos pitos; ovación. Enrique Ponce: aviso y ovación; aviso y oreja. Ruiz Manuel: dos orejas y ovación; salió a hombros. Plaza de Almería, 27 de agosto. 5ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
En el primero, Ponce sólo se atrevió a interrumpir el aburrimiento con una serie, y en el quinto se esforzó muchísimo en una faena despaciosa y en unos alardes de valor sabiamente administrados que enloquecieron al respetable.
Babelia
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