La otra fuente mágica de Barcelona

De ahora en adelante, cuando se hable en Barcelona de fuentes mágicas, habrá que puntualizar: la de Montjuïc o la de Manuel de Falla inaugurada en Canyellas. Los vecinos de este barrio están encantados con su fuente, de la que manan ráfagas de agua de colores y, además, emite sonido. Desde el distrito se considera que los 60 millones de pesetas de coste es el dinero mejor gastado porque ha permitido zanjar un viejo conflicto entre los vecinos, que reclamaban un lugar donde bañarse en pleno parque Serra Martí, y el Ayuntamiento, que proponía una lámina de agua. Con tantos dolores de cabeza como le dan al edil socialista Antonio Santiburcio, las entidades que, pese al chorro de inversiones de esta legislatura, le declaran persona no grata por su talante poco dialogante, la inauguración de la fuente Manuel de Falla, en la que se volcó el barrio entero (10.000 asistentes), es una de las pocas satisfacciones que le quedan. Mientras en Roquetas agitan su lista de reivindicaciones a la vez que observan las numerosas zanjas que surcan los barrios limítrofes y tienen que morderse la lengua para no preguntar por qué no hay dinero para sus dichosas escaleras y sí lo hay para la fuente musical que ilumina las noches de Canyellas, en Canyellas opinan que nunca habían conseguido tantas mejoras para el barrio como en su etapa. El autor de la fuente es el arquitecto Pedro Barragán, que trabaja para el Ayuntamiento adscrito a Nou Barris. Define la fuente de autómata, obra de la empresa de ingeniería IMEs, como un juego de sonido y agua. Dispone de dos piedras volcánicas de 30 toneladas cada una, traídas por el escultor Nacho Farreras de las canteras de Olot. Garantizar la seguridad de la "gran caja de agua levantada tres metros a la que no se le ven las tripas o tubos" fue una obsesión para todos los expertos que han intervenido para hacerla posible.