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Julio Medem | Director de cine

"Sólo en la naturaleza encuentro la intimidad que necesito para mis películas"

Elsa Fernández-Santos

Su primera película, Vacas (1992), ocurría entre las paredes de dos caseríos vascos; la segunda, La ardilla roja (1993), en un camping; la tercera, Tierra (1996), en los rojos viñedos de Cariñena, y la cuarta, Los amantes del Círculo Polar, bajo el cielo azul de los bosques de Laponia. Julio Medem (San Sebastián, 1958) encuentra en la naturaleza el espacio que necesita para sus historias, en las que el amor se ha convertido en el gran protagonista. "Siempre es una historia de amor la que te roba la película", dice el cineasta. "Así que esta vez la película sólo es eso: una historia de amor". Los amantes del Círculo Polar, que se estrena el próximo viernes en Madrid, Barcelona y Bilbao y que se proyectará el 12 de septiembre en la sección oficial del Festival de Cine de Venecia, narra la historia de amor a lo largo del tiempo entre Ana y Otto, dos amantes que convierten un punto perdido de Laponia en el territorio poético, el escenario soñado de su amor. "Es en la naturaleza donde encuentro la intimidad que necesito para mi cine", afirma Medem. "Conozco mucho mejor los espacios urbanos y me gusta vivir en Madrid. Pero es en medio de la naturaleza donde se me ocurren más situaciones y me siento más cerca de los personajes. En la ciudad hay gente por todos sitios, y yo, para hablar de personas, tengo la necesidad de aislarlas. Mis personajes son urbanos, pero las cosas les ocurren fuera de la ciudad. Quizá es un problema de inseguridad, quizá me siento más seguro hablando de lo que no conozco, de los lugares que idealizo".

El paisaje que Medem ha idealizado para situar la historia de sus personajes (interpretados por la actriz Najwa Nimri y Fele Martínez) es un lugar de noches blancas durante el solsticio de verano. Un rincón que Medem conoció cuando, después de estrenar Vacas, lo invitaron al Festival del Sol de la Medianoche. "De noche, no se ponía el sol, y eso era muy extraño. Recuerdo que comía pescado ahumado en una loma y que tenía esa sensación de estar muy lejos de casa, lejos de tu vida y las personas que quieres. Me gustó aquello porque me gustan esos lugares donde parece que ya no puedes ir más allá. Son intensamente románticos, pero, a la vez, no llevan a ningún sitio".

"Son lugares así", continúa el cineasta, "los que te obligan a repasar tu vida. Una vida que los personajes se cuentan a sí mismos y a nadie más. Llegan a un lugar donde es fácil mirar atrás, donde todo está congelado y donde aparece de golpe todo lo pasado. Por eso, porque toda la película es un recuerdo, la parte de la infancia es mucho más elíptica y menos real que la posterior. La película se vuelve más realista a medida que se acerca al momento en que está contada".

La fantasía del amor

"Siempre es un ideal romántico muy fuerte el que se impone en mi cine", afirma Julio Medem. "En mis otras películas había más cosas, eran obras más visuales, más atmosféricas, pero cada vez los personajes y sus conflictos tienen para mí más importancia". Medem ofrece una visión dramática del amor: la imposibilidad del romanticismo frente a la realidad. "No digo que el amor sea lo que yo cuento, sólo es la historia de dos personajes. Tengo cierta frustración con la realidad amorosa y por eso creo que uno se queda colgado de un lugar que se puede llamar el Círculo Polar o de cualquier otra manera. Puedes confiar en eso, en esa fantasía romántica, pero al final lo cierto es que el amor también necesita de una realidad. Lo que ocurre es que esa parte romántica del amor es muy reconocible porque todos tenemos una tendencia, a veces peligrosa, a sentir la fantasía del amor". Con patillas de rockero, vaqueros y sandalias, el cineasta aparenta menos años de los que tiene, 40. Habla en voz muy baja y dice que parece más serio y melancólico de lo que es por su timidez -"En realidad soy muy alegre"-. Medem dice estar harto de la imagen de "pedante y grave" que se está extendiendo a su alrededor. Cada vez que estrena una película se repiten coletillas como "el mundo mágico y misterioso de Medem" o "el nuevo cosmos de Medem".

"Me he ganado una imagen pedantísima que creo que no me corresponde", dice. "Un rollo metafísico con el que no me identifico. Antes, cuando hacía una entrevista y leía luego lo que decía no me reconocía, así que en la siguiente entrevista intentaba aclarar la anterior. Un error. Al final acababa diciendo cosas que ni yo entendía. Cada vez era peor". Y añade que casi nadie reconoce su sentido del humor y que después de esta película quiere tomarse todo con mucha más calma y realizar un filme que por primera vez le haga "feliz".

Mientras tanto, su último trabajo, que ha tardado dos años en gestarse, le ha ayudado, según asegura, a levantarse cada mañana. Una película que ha tenido ocho versiones de guión, un laborioso montaje y en la que Medem ha contado con su hijo Peru, de 10 años, para interpretar al protagonista de niño. "Vimos a 5.000 niños y ninguno nos gustó. Yo fui el último en aceptar que mi hijo fuera Otto de niño. ´Me daba miedo, me comprometía más con la película. Era delicado, pero me alegro. Lo único que no quiero que mi hijo participe en la promoción".

Ray Loriga y Mari

Los amantes del Círculo Polar nació, además de un paisaje, de un texto del escritor Ray Loriga y de la frustración de no poder rodar una película sobre Mari, el personaje que interpreta la actriz Silke en Tierra. El texto de Loriga (a quien Medem considera un director "singularísimo") narraba cómo un niño perseguía cada día a una niña. "A la niña le gustaba que él la persiguiera y a él le gustaba perseguirla para verla llorar. A ella le gustaba llorar para él". Pero el detonante final fue la imposibilidad de rodar una película, de 16 milímetros y en blanco y negro, que contara Tierra exclusivamente desde el punto de vista de uno de los tres personajes principales, el de Silke. "Cuando buscaba a la actriz que pudiera interpretar a Mari en tierra escribí un diario [publicado por Planeta] de este personaje. Cuando encontré a Silke, el personaje cambió mucho por ella y decidí que quería rodar una película que fuera la misma historia, pero exclusivamente desde su punto de vista. Quise rodarla a la vez que Tierra, en las secuencias en las que ella aparecía, aprovechando los mismos decorados. El equipo también quería hacerla. Pero la productora no quiso y eso me dejó una fuerte sensación de frustración. No lo reprocho, porque la idea surgió a última hora y pensaron que me iba a distraer de la otra película, pero creo que debía haberse hecho".

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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