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Tribuna
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Depuradoras

A lo peor la realidad fue así. Aquel día soplaba levante, un levante endemoniado que subía desde la desembocadura del río y se colaba, por las rendijas de los portalones, en la misma gerencia municipal de Urbanismo. Un levante de los que minan la cordura y vuelven la razón del revés. Aquel día, Rafael García Raposo, delegado de Urbanismo de Sanlúcar de Barrameda, se diría a sí mismo que a sanluqueño no le ganaba ni la saga de los Barbadillos y que si Daoiz dejó para la ciudad y la posteridad uno de los botánicos más cantados de nuestra historia, él haría algo tan tremendo por Sanlúcar que hasta José Miguel Evora tendría que ponerle música y letra. Y así hizo lo que hizo: colocar una depuradora de aguas residuales en pleno centro de la ciudad. La depuradora de Sanlúcar, ubicada junto a la Sociedad de Carreras de Caballos, limita también con zonas residenciales como La Jara, El Vergel y el Espíritu Santo. Pero cuando esa depuradora comienza a remover sus aguas y proyecta al ambiente su perfume loreal les puedo asegurar que ni huele a jara, ni a vergel ni a espíritu santo. Huele como huelen todas las depuradoras que en el mundo son. Huele que alimenta. Hay leoneras que huelen mejor que la depuradora de Sanlúcar. Pero leones, leonas y leoneras tienen su sitio y su ambipur para que perturben lo menos posible. La depuradora de Sanlúcar no. La depuradora de Sanlúcar se ubicó donde menos razón estética, urbanística y turística había: en plena ciudad y en los terrenos donde se levantará en un futuro la Feria de la Manzanilla y el teatro municipal. No me imagino una representación del Tenorio en ese teatro y a don Juan camelándose a doña Inés diciéndole: ¿No es verdad ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y hasta se respira mejor?... La luna puede, contestaría doña Inés. Pero respirar, lo que se dice respirar, en Sanlúcar no respira ni el buzo del puerto de Cádiz. Ciertamente un levante te puede descerebrar transitoriamente. Pero pasado el vendaval se debe recobrar la cordura. La depuradora de Sanlúcar es un homenaje a la locura urbanística de un señor y un insulto a los sanluqueños que saben que aquella instalación huele muy mal.

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