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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Unas "Bodas de Fígaro" precedidas de polémica acaban con éxito en Salzburgo

La soprano española María Bayo fue muy aplaudida en su papel de Cherubino

La polémica había precedido el montaje de Las bodas de Fígaro, de Mozart. Luc Bondy, responsable de la producción estrenada hace tres años, se ha negado por discrepancias con el director artístico, Gérard Mortier, a firmar la actual reposición dejando al frente de ella a un ayudante. Además, la versión musical de Charles Makerras había creado un notable disenso entre los cantantes. Pero el estreno el pasado sábado fue tranquilo y se saldó con un notable éxito. Dentro del triunfo la soprano española fue muy aplaudida en su papel de Cherubino.

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Incluso en Salzburgo, hay veces en que la sangre no llega al río. Las aguas de estas Bodas bajaban revueltas. De hecho este título fue el responsable de la ruptura entre Gérard Mortier y Luc Bondy, un director que desde que firmó en 1992 una exitosa Salomé parecía llamado a ser una de las firmas escénicas consolidadas de la nueva etapa. Bondy, que se ha negado a firmar la actual reposición del montaje, dejando al frente de él a su ayudante, Joël Lauwers, dirige ahora en Viena y lenguas viperinas aseguran que desde allí se dedica no poco a hacerle la competencia a Mortier. Por lo demás, la producción de estas Bodas no pasará a la historia. Es convencional, excepción hecha de un abstracto, enorme cubo que aparece en el primer acto, no se sabe bien a cuento de qué. La iluminación, francamente deficitaria. Pero la polémica previa al estreno no fue sólo un asunto de escena. El veterano director musical Charles Makerras llegó para echar más leña al fuego. Su visión de la obra mozartiana pasaba por la inclusión en las arias de determinados abbellimenti o coloraturas, una notas de ornamentación que no figuran en la partitura, pero que en los siglos XVIII y XIX los cantantes solían introducir para hacer más vistosas sus intervenciones. Esta tradición con Mozart ha caído en desuso durante este siglo. Pero Makerras convocó el viernes una rueda de prensa en la que justificó su elección basándose en figuras de autoridad como Aloysia Weber, cuñada de Mozart y fuente de primera mano para conocer al compositor, o el musicólogo mozartiano Bernhard Paumgartner. Sin negarle rigor a sus investigaciones, es posible que también haya influido en Makerras cierta necesidad de diferenciarse de sus predecesores. Ahora bien, los cantantes de hoy en día no están acostumbrados a estos adornos, que obligan a forzar las voces ya de por sí castigadas por los volúmenes de sonido y los altos diapasones que emplean las orquestas modernas. En los días previos al ensayo, María Bayo se mostraba muy crítica con las exigencias de Makerras al respecto. Pero, según testimonios presenciales, en los últimos ensayos el maestro se ha mostrado más flexible y ha acabado por suprimir las ornamentaciones que provocaban mayor contestación por parte de los cantantes.

El resultado no ha sido pues tan sorprendente como cabía esperar en principio. Es cierto que escuchar las famosísimas arias Voi che sapete, de Cherubino, o Dove sono i bei momenti, de la condesa de Almaviva, con coloraturas extrañas produce primero estupor, y luego la inmediata reflexión de que no hacen ninguna falta. Pero el resto de las arias se interpretó normalmente. Por lo demás, la dirección de Makerras al frente de la Filarmónica y el coro de la Ópera de Viena fue precisa y vibrante en los tempi.

En el plano vocal cabe decir que el reparto llevó el sello Salzburgo: juventud, calidad y homogeneidad, lo mejor que se puede pedir a un reparto mozartiano. Transparente y emotivo el Fígaro de Ildebrando d"Arcangelo; muy bella, especialmente en los pianissimi, la Condesa de Barbara Fitolli; empezó algo perdida la Susanna de Dorothea Röschmann, pero se recuperó a tiempo; seguro Almaviva de Dwayne Croft. Muy coherente el resto del reparto. Un capítulo especial merece el Cherubino de María Bayo, cuya segunda aria rompió la frialdad inicial del público y a partir de aquel momento las intervenciones individuales empezaron a ser aplaudidas. Esta chica va a por todas y se nota. Su vitalidad y generosidad a la hora de dar el personaje, junto con un timbre de voz precioso y un fraseo llevado con suma inteligencia, están abriéndole una gran carrera. Al final de la representación estaba tan fresca y aún se lamentaba por no haber podido hacer ella el papel de Susanna. Todo llegará, María. Seguro.

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