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Los pescadores de premios Benalmádena acoge una competición internacional de capturas

Puerto Marina, las siete de la tarde. Los curiosos se reúnen en torno a una báscula de la que pende un atún enorme. Hacen cábalas: "cincuenta y dos", dice uno. Otro sacude la cabeza, "no, cuarenta y ocho". En primera fila, dos hermanitas de la caridad miran al pescado ávidamente, sin decir palabra. El encargado se acerca a la pizarra y anota: "Arbitana -el nombre del barco- 50,6 kilos". Es el Trofeo Internacional de pesca deportiva Puerto Marina, en el que 57 embarcaciones de toda España compiten por la captura del pez más grande. Hay dos modalidades de pesca: brumeo y curricán. En la primera se deja el barco a la deriva, "al correntín", dicen los entendidos, y se utiliza caballa o sardina como carnada. En la segunda, el barco avanza despacito, a tres o cuatro nudos, y se atrae al pescado con un cebo artificial, un señuelo que bajo el agua parece un boquerón. Los atunes mayores se pescan al brumeo, "porque mientras más viejos, más perezosos. Ya no tienen ganas de correr, no persiguen boquerones; eso queda para los jóvenes". Fernando Rodríguez da estas explicaciones con un ojo puesto en el pesaje. Ahora están colgando del gancho un ejemplar de 64 kilos, el vencedor del día. A 1.600 pesetas el kilo, ya es un capitalito. Pero ni de lejos se acerca al atún monstruoso de 323 kilos que fue capturado en estas mismas aguas hace ocho años, y que estableció una marca aún imbatida. "El atún es muy inteligente y muy fuerte", dice con respeto Francisco Gutiérrez, patrón del Baluma III, que acaba de entrar a puerto con una pieza de 46 kilos. "No es fácil de pescar. Primero hace falta que pique, y luego puede pasar cualquier cosa: que rompa el sedal, que consiga soltarse del anzuelo, que se meta debajo del barco, que se enrede con la hélice". En el mejor de los casos hará falta media hora de pelea para subirlo al barco. Y una vez fuera del agua no tiene ese aspecto de indefensión que se espera de un animal muerto en combate desigual. A pesar de la boca ensangrentada y de un picotazo en el costado, parece un obús submarino, sólido y aguerrido. Antes de hacerle la foto de rigor, le dan una ducha rápida para que quede limpio y reluciente. Una de las monjas camina con decisión hacia el propietario del atún. "Que somos hermanitas de la caridad, que hemos venido de Ronda a por un pescado, que nos tienen que dar uno bien gordo, porque tenemos ancianos que alimentar". El reglamento establece que cada barco tiene derecho a quedarse con una de las piezas que consiga, aunque las demás irán a obras de beneficencia. Por ahora las monjas se van de vacío. Pocos minutos más tarde llega el Mezquita II con un hermoso atún de 52 kilos. La hermanita cae sobre el patrón como un águila pescadora, repite su discurso y triunfa. El patrón les cede su presa sin rechistar. Una de las monjas le promete rezos en su honor, la otra dice: "Tenemos el convento en Ronda, pásense cuando quieran", y el patrón se rasca la cabeza y contesta: "Yo es que vivo en Zaragoza, me coge un poco lejos". Y las monjas: "Da igual, quedamos a su disposición". El Anzuelo de Oro se lo llevó un pescador que capturó un atún de 140 kilos. El máximo galardón, 500.000 pesetas, estaba destinado para el barco que pescara un ejemplar de más de 250 kilos. Ayer no hubo tanta suerte.

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