_
_
_
_

El actor Martí Galindo abre las fiestas de Gràcia

Graciencs militantes y curiosos se agolparon ayer a las siete de la tarde en la plaza de Rius i Taulet, ante las puertas de la sede del distrito, para ver y escuchar al hombre de moda: Martí Galindo. Todos expectantes, con la mirada al frente y la cabeza dirigida al balcón presidencial. Él, subido a una pequeña tarima, pronunció un pregón políticamente correcto y apeló a la concordia entre vecinos y visitantes para que las fiestas sean todo un éxito.

Martí Galindo lleva un verano de pregonero. El de ayer no fue el primero, pero sí fue el más especial. El actor nació, se formó como artista y sigue viviendo en el barrio de Gràcia. Como buen vecino que es, el actor y presentador repasó en su pregón algunas de las vicisitudes de la historia de Gràcia, apeló a la concordia y pidió a los usuarios de las fiestas que respeten los horarios marcados y que no rompan muchas botellas. "Hay muchas Gracias", recordó Galindo: la rural, la revolucionaria, la libertaria, la botiguera, la urbana, y la amante de las tradiciones y de la cultura. Pero destacó, sobre todo, la importancia que tiene el teatro para el barrio: "Sin su ambiente teatral no habría podido realizarme como actor", dijo, mientras entre el público se escuchaban gritos de "¡Ga-lin-do!, ¡Galin-do!". Una de las cosas que más le chocan de su barrio es la cantidad de bares que hay. "¿Cómo puede ser que en la plaza del Sol haya 11? Hombre... Creo que sobran unos cuantos ¿no?". Solidario con los vecinos, dijo que "los graciencs también tienen que dormir". Para terminar se hizo un guiño a sí mismo y a los espectadores de Crónicas marcianas, que le ha lanzado a la órbita de la popularidad. Repartió el público en sectores -uno, dos y tres- y les hizo repetir a gritos uno de los latiguillos del programa: "¡Bueno! ¡Vale! ¡De acuerdo...!". Fuera de guión Ya fuera del balcón, Galindo se dejaba fotografiar junto a su madre, Rosa Girol. Vestido con traje gris claro y una M de oro clavada en una corbata estampada con conejitos -"siempre me ha gustado vestir bien y no tengo asesor de imagen", bromeaba-, el colaborador de Xavier Sardà respondía a más preguntas que los políticos municipales. "No sé si podré pasearme por las fiestas porque apenas me dejan salir a la calle", se lamentó. La compra de un disco compacto en la calle de Tallers le costó, recientemente, 27 autógrafos. Y no exageraba. A la salida de la sede del distrito, una hora después de terminado el pregón, le esperaban aún un centenar de personas amenazando con sus libretitas y cámaras fotográficas. Hoy continúan las fiestas con bailes de gigantes y de diablos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_