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Reportaje:

Un sueldo cosechado entre sudor y lodos

Los jornaleros inician la limpieza del Guadiamar a pesar de la falta de botas, duchas y áreas de descanso

Alejandro Bolaños

Levantarse a las seis de la mañana y trabajar de sol a sol en una finca es algo muy familiar para muchos vecinos de estos pueblos, que cosechan en el campo los jornales necesarios para ir tirando. Pero la riada de lodos y aguas ácidas que anegó en abril el cauce del río Guadiamar ha cambiado el ritmo habitual del verano. No es que los cultivos de septiembre se hayan adelantado, pero este año sí habrá tajos estos días. Un centenar de trabajadores de los diez municipos afectados se dispersó ayer a lo largo de 40 kilómetros para colaborar en las tareas de limpieza.Brillantes monos amarillos y mascarillas blancas contrastaban con el tono oscuro, casi lunar, del terreno. Pero aquí acababa el equipamiento cuasi militar de los jornaleros: faltaban palas, guantes, botas y muchas más cosas que les prometieron para salvar sus prevenciones ante los efectos nocivos de los metales pesados.

"Ni duchas ni taquillas", subraya una joven de Aznalcóllar apostada en un cruce de caminos desde el que trata de guiar, junto a dos compañeras, el tráfico de camiones y maquinaria. Aquí el mono se ha sustituido por un peto, también de colores brillantes. "Hasta que no haya botas y guantes de nuestra talla nos han encargado del tráfico", explica Isabel Castro. Aunque para ello, ausentes las señales, no contaban con nada más que sus gestos voluntariosos pidiendo prudencia a los conductores.

Las mujeres -aproximada-mente la mitad de los trabajadores- fueron las principales damnificadas del caos organizativo del pasado lunes, el día señalado para que los jornaleros iniciaran su trabajo.

Los responsables -la comisión Junta-Gobierno se ha encargado de la coordinación entre empresas y trabajadores- no podrán argumentar improvisación ni falta de tiempo. Su incorporación -financiada con los 450 millones de pesetas del Ministerio de Trabajo- estaba planeada para el 1 de junio. En principio iban a ser 800, pero las necesidades de las empresas contratantes -DAP, Egmasa y Tragsa- apenas darán trabajo a 500.

"Nosotros nos comprometimos a llevar los equipos a los tajos", explica Cristobal López responsable de organización de UGT-Sevilla. Los 120 jornaleros se concentraron a las 7.00 en Aznalcázar, Aznalcóllar y el Vado del Quema. Comisiones Obreras no distribuyó el material en uno de los tajos y tuvo que ser suplida por los agentes de UGT. Pero lo peor no fue el retraso -el lunes nadie empezó antes de las 10.00-. Las tallas sólo iban del 40 al 43 en calzado y del 48 al 58 en los monos.

"El contrato está bien y no nos podemos quejar", indica Isabel Castro en su cruce. Los camiones a pesar de los graves accidentes ocurridos en el último mes y que han dejado cuatro muertos en la carretera, pasan a toda pastilla levantando una polvareda a su paso. "Pocos nos hacen caso". Algunos frenan, pero es para gritarle algo a las tres mujeres -un piropo subido de tono, quizás- que el ruido no deja escuchar.

A unos tres kilómetros del cruce de Isabel, en medio de "ningún sitio", una docena de hombres embutidos en sus monos amarillos, ya ennegrecidos, toman el bocadillo entre naranjos, encima de la costra de lodo reseco. "Con el mono éste, entra el gorila", bromea uno de ellos. Es mediodía y la combinación de calor y polvo es sofocante.

La llegada de Emilio Terrón, representante de UGT de seguridad laboral provoca un aluvión de reclamaciones. "No nos han lavado los monos que usamos ayer", indica uno. "No hay sitios apartados dónde comer y las duchas no funcionan", se queja otro. Terrón templa y asegura que los problemas se resolverán. Por lo pronto, esta mañana ya deberían haber recibido las tallas más pequeñas.

Bajo el puente de Aznalcázar otro grupo retoma la tarea: tiran de los tubos de regadío enterrados entre los naranjos. Así permitirán a las traíllas entrar en las fincas sin riesgo de enredarse en las mangueras. Apenas hay palas en los tajos. La misión de los jornaleros no será la recogida manual de los lodos. Para eso, a pesar de las recomendaciones del CSIC, están las máquinas.

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