Michael Tolkin
Me llama mi amigo Francisco Casavella para ponerme al corriente de su gira triunfal por la España literaria: mientras yo me achicharraba en Barcelona, el bueno de Paquito se iba a Iria Flavia (por cortesía del único tragaldabas ganador del Premio Nobel) y a Gijón (invitado por los organizadores de la Semana Negra). Paquito no es un hombre muy dado a los viajes: está muy a gusto en su pisurrio del Poble Sec y de vez en cuando se traslada a la segunda residencia de sus padres en Roda de Bará, donde busca la inspiración para sus novelas frente al busto de Luis del Olmo que embellece una plaza de la zona. Pero cuando le invitan a donde sea, le falta tiempo para catapultarse hacia allá. Él mismo me decía la otra tarde: "Si me invitan a un congreso de literatura femenina, me pongo un vestido y me presento donde me digan". Gracias a Paquito he tenido noticias de uno de mis escritores favoritos, Michael Tolkin, que se ha tirado unos cuantos días en Gijón sin que nadie le hiciera el menor caso. Personalmente, me he pasado la última semana consultando las páginas culturales de los diarios en busca de una entrevista con el citado personaje, pero he acabado por llegar a la conclusión de que como yo era el único que quería leerla, la cosa no le traía cuenta a ninguna empresa. Se le ha citado como el autor de la novela en que se inspiró Robert Altman para rodar El juego de Hollywood y eso ha sido todo. ¡Ah!, y el amigo Casavella le cogió aprecio porque era el único que encontraba graciosos sus chistes. "¨Parece que el hombre preguntó por la sinagoga más cercana", me contaba Paquito, "y cuando le dijeron que no había ninguna, se dedicó directamente al whisky". Michael Tolkin, a pesar de que a nadie parezca importarle, es un tipo realmente interesante. De acuerdo, se tiene que ganar la vida como todo hijo de vecino, y por eso lo encontramos firmando el guión de Deep impact. Pero yo les aseguro que es bastante más que una fuente de inspiración para Robert Altman. Lo que pasa es que el hombre no es precisamente un prodigio de comercialidad, ni como novelista ni como cineasta, y eso es algo que a menudo se paga con sangre. Como novelista, le debo a Michael Tolkin una de mis experiencias más estimulantes de los últimos años gracias a su libro Among the dead (Entre los muertos). Cuando trabajaba en Ediciones B, Silvia Querini compró e hizo traducir esa novela, pero a estas alturas sigue en el limbo. Una pena, francamente, porque es una historia estupenda. ¿De qué trata? Básicamente es la historia de un tipo gris que tiene la oportunidad de convertirse en una estrella cuando su mujer y su hijo fallecen en un accidente aéreo. Hasta entonces nadie se había fijado en él. De repente, el circo mediático le convierte en alguien importante, tiene un lío con la pisquiatra que intenta preservar su salud mental, se abre ante él un mundo nuevo que tiene su origen en una desgracia terrible. Y todo eso nos lo cuenta el señor Tolkin sin ahorrarnos los horrores de la vida contemporánea, tamizándolos por un extrañísimo sentido del humor que a menudo nos provoca unas carcajadas tristísimas sobre las que no tenemos ningún control. Por lo que respecta a sus películas, The rapture (la historia de una ninfómana aburrida que tiene una epifanía y se va al desierto a esperar la llegada del Mesías) fue a parar directamente al videoclub (con el título de El despertar de Sharon) y The new age (las desventuras de dos yuppies tontos que caen en manos de una secta) duró una semana en el Verdi. En su país de origen no corrieron mejor suerte: por eso el hombre se dedica a escribir cosas como Deep impact y a visitar ciudades españolas en las que nadie le hace el menor caso.
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