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Un polémico profesor

Califica Javier Bergia en su último disco como "mortal" la acción de la varea en los olivos de Toledo. Pero el apellido del que hasta ahora ha sido director de la Oficina Presupuestaria, es con b. Se llama José Barea, aunque, letras aparte, su acción ha sido casi tan mortal como la varea para quienes le nombraron.Ese aire de profesor despistado ha sido para José Barea, doctor en Ciencias Económicas, su mejor defensa. Tras de sus gruesas gafas y bajo su pelo revuelto, Barea guardaba la convicción de quienes están seguros de una doctrina que a nada se somete, salvo a la fría fuerza de los números. O se creyó independiente de cualquier instrucción o entendió que él mismo estaba por encima de cualquier servidumbre. Lo que, en el fondo ya da lo mismo.Fue nombrado director de la Oficina Presupuestaria de la Presidencia en mayo de 1996. Dos condiciones puso para aceptar: continuar dando clases en la Universidad Autónoma de Madrid, y delimitar sus funciones de las del secretario de Estado de presupuestos, José Folgado.

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Por encima de argumentos políticos puso la implacable fuerza de las cifras. Así que, recién estrenado, cuestionó que la primera medida del Gobierno de Aznar de recortar el gasto en 200.000 millones sirviera de verdad para reducir el déficit. Y de ahí, para adelante. Porque si el Gobierno hablaba de mantener el valor de las pensiones, Barea, números en mano, advertía de la inviabilidad del sistema. Y todo sin descomponer el gesto, con el aire del abuelo que advierte del peligro de gastar demasiado con una nómina familiar magra y dudosa.

Nadie pudo nunca sujetarle.Habló de introducir tasas en las autovías, del ticket moderador en sanidad, de congelar el salario de los funcionarios y hasta de privatizar o gestionar de forma mixta la sanidad. La varea era mortal porque lo suyo no siempre -casi nunca- era lo que el Gobierno en sus afanes centristas defendía. Y a qué negarlo: dio más argumentos a la oposición que a quienes le habían nombrado.

Como cuando anunció una desviación del gasto de 600.000 millones de pesetas en los presupuestos de 1998. O cuando propuso reducir en 10.000 los mandos militares. Y más: en febrero de 1998, Barea se opuso a la rebaja del impuesto sobre la renta diciendo que era "inoportuno" bajar de golpe el tipo máximo de IRPF y en junio, pronosticó un aumento del déficit en algo más de un punto del PIB (más de 900.000 millones) para el año 2000. Fue demasiado. En el olivo del Gobierno, la varea amenazaba con acabar con todas las aceitunas.

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