Cicerones al aire libre Los informadores turísticos de Málaga enseñan las claves de su ciudad
"Al turismo, una sonrisa", sí, pero eso no basta: hay que dar servicio y orientación en el idioma de los viajeros, y mostrarles la ciudad como si fuese un museo vivo. Así se plantean su cometido los informadores turísticos de Málaga, un grupo de 18 guías que cubren las zonas más típicas del centro, como el Castillo de Gibralfaro, la Alcazaba, la Catedral, la Plaza de la Marina... Ponen tanto entusiasmo en su trabajo que hay quien queda abrumado por semejante despliegue de atención. El año pasado dos franceses se quejaron débilmente de que les era imposible dar un paso en Málaga sin que les abordase una pareja de guías. Habían tropezado con cuatro en la misma mañana. La mayor parte de los turistas suelen agradecer su dedicación, y se sorprenden de que el servicio sea gratuito. "Somos pioneras en España, y eso da más importancia a nuestra labor", dice orgullosa Nieves. Todos los informadores son diplomados en Turismo y hablan al menos tres lenguas, algunas tan remotas como la noruega, aunque más de una vez han pasado el mal trago de no entender ni una palabra de lo que se les pregunta, y tener que expresarse por señas. Trabajan de dos en dos. En ocasiones les corresponde quedarse sentados en su puesto; allí, a la sombra, atienden a quienes se les acercan. Otros días les toca hacer ronda, y no vacilan en atacar si ven a algún turista despistado, a los que dicen reconocer con mucha facilidad. A ellos también se les reconoce con facilidad, porque van uniformados en amarillo canario y azul, precisamente para no pasar desapercibidos. La pregunta que les hacen con más frecuencia es "¿Qué se puede ver?". Ellos responden mostrando un plano en el que se presentan tres rutas temáticas: una monumental, otra que hace énfasis en los jardines mediterráneos, y la última, que se llama Málaga tradicional. Estos mapas incluyen además información acerca de las actividades culturales que van renovándose cada mes. Los cicerones ofrecen también consejos respecto al alojamiento, y además sugieren dónde comer, qué autobús coger o en qué zona hacer las compras. "Siempre les indicamos lugares en el centro de la ciudad. Interesa que se queden por aquí", explican María y Yolanda, dos informadoras. Pero orientan igualmente a los turistas en circunstancias menos agradables, como cuando les roban y van a poner una denuncia. "Les acompañamos a comisaría y traducimos sus declaraciones", cuenta Yolanda. Juan Carlos Ruiz, coordinador del servicio, apostilla: "Desde que están en la calle, la comisaría del Palacio de la Aduana ya no tiene intérprete". María relata que en una ocasión tuvo que traducir a un japonés que fue víctima de un robo. "El hombre perdió los nervios y lo pagó conmigo, aunque yo no tenía la culpa". Y al día siguiente, arrepentido, la buscó por la ciudad para disculparse y ofrecerle unos bombones en desagravio. Los informadores no sólo dan servicio a los turistas. Hay muchos malagueños que recurren a ellos, "cada vez más", según María. Juan Carlos remata con optimismo: "Se están convirtiendo en parte del mobiliario urbano".
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