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"El problema de Japón es su falta de credibilidad"

Xavier Vidal-Folch

ENVIADO ESPECIALNaoto Kan es la estrella ascendente de la política japonesa. Preside el Partido Democrático (PD) -la alternativa centroizquierdista al sempiterno poder del conservador Partido Demócrata Liberal (PDL)-, en cuya sede conversó ayer con EL PAÍS.Su grupo es el vencedor moral, junto al Partido Comunista, de las elecciones a la Cámara alta que destronaron el pasado día 12 al primer ministro Ryutaro Hashimoto, de quien Kan fue durante nueve meses ministro de Sanidad, en 1996.

Este joven científico (cumplirá en octubre 52 años), experto en patentes y seis veces parlamentario, es el favorito de la opinión. Ganaría las elecciones a la Cámara baja si se celebrasen ahora, indican las encuestas. ¿Por qué? Por cansancio de cuatro décadas con los mismos gobernantes. Y porque inspira honestidad en un país cuya clase dirigente se acostumbró a enmascarar los problemas. De origen socialdemócrata, militó en pequeños grupos hasta recalar en brazos del PDL. Abrumado porque los altos cargos de su ministerio pretendían ocultar el escándalo de la distribución de sangre infectada con virus del sida, destapó el asunto. Dimitió y formó su propio partido.

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Ha trazado cruz y raya con sus ex colegas. Les considera faltos de credibilidad, por lo que contempla el adelanto electoral como la única solución. "Vivimos una grave crisis, y el PDL no se ha dado cuenta, reacciona al viejo estilo, eligiendo su presidente mediante el juego de facciones y camarillas; ni han cambiado en nada ni son capaces de cambiar; están acartonados". Eso prefigura que "el Gobierno de Obuchi no podrá efectuar ninguna reforma, las posibilidades de que se colapse son enormes", concluye.

Kan debela al partido dominante hasta la crueldad. "En una cosa se parece Japón a Indonesia", ironiza, "en que Suharto podía anunciar reformas, incluso bien orientadas, pero el pueblo no le quería". "De forma que el problema no está en el programa que debe aplicarse, sino en quién lo aplica". Para el joven líder, el PDL ni siquiera es un partido, sino "una amalgama de intereses creados". Su drama no son sus dirigentes, sino su imposibilidad institucional de generar nuevos enfoques creíbles, tras decenios de "monopolio" del poder. Ha generado "el problema actual de Japón, que es la falta de credibilidad", opina.

Corolarios: "Las elecciones anticipadas son, este mismo año, muy probables, inevitables". Y como ningún grupo del poder dará el paso al frente, pese al malestar de sus nuevas generaciones, la única solución "es la alternancia".

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Kan podría autoproponerse como candidato a la jefatura del Gobierno compitiendo con Obuchi, este jueves, o después, a través de la Cámara alta. Pero rechaza lo primero, convencido de que los liberal-conservadores harán rodillo y está escaldado en piel ajena, pues el Partido Comunista lo ha intentado, testimonialmente, en alguna ocasión. Y rehúsa lo segundo, pragmático, porque "eso son juegos", ya que en caso de doble candidatura, la última palabra la tienen los congresistas frente a los senadores. Y en la Cámara baja el PDL ostenta mayoría absoluta, con 14 escaños de sobra.

Por eso, y porque su alianza con las otras familias marginadas del poder está aún en mantillas (aunque eso no lo dice), opta por el típico discurso de una oposición que quiere acreditar responsabilidad antes de forzar el adelanto de los comicios. Se propone un marcaje cotidiano, "medida a medida", de los proyectos gubernamentales, cooperando en leyes concretas "sólo para salvar la economía". Y eso que con "los 165 diputados que me apoyan podríamos bloquear la Dieta [el Parlamento japonés]", advierte.

"No queremos destruir Japón", contesta, tajante, cuando se le interroga por su actitud sobre la reforma del sistema financiero y la inminente discusión sobre la decisiva ley para reflotar los bancos en crisis. Pero marca distancias con el PDL. "No tienen claro qué bancos deben desaparecer, y yo estoy convencido de que hay que enterrar a los bancos muertos", si bien garantizando los depósitos, disecciona Kan, frente a la debilidad gubernamental, que hasta ahora no ha hecho aflorar todos los créditos incobrables ni ha responsabilizado a los malos gestores.

Segunda gran diferencia. El grupo especial que impulsa el PDL para la reforma financiera "será lo de siempre, un equipo de altos burócratas que aúpan discrecionalmente a los amigos y amiguetes", según Kan. El PD propone reducir el poder de los altos funcionarios mediante la prohibición de que sean éstos, en vez de los ministros, quienes contesten las preguntas parlamentarias. Al contrario, la comisión independiente que Kan propugna incluiría a "expertos extranjeros, que participarían en las decisiones sobre qué bancos cumplen y cuáles no". Mecanismo revolucionario en este país, aún semiaislacionista. Pero útil tanto para "dar credibilidad a la economía japonesa, que es nuestro gran problema", como para "enviar un mensaje a nuestra sociedad de que estamos cambiando y no hay que temer al cambio".

Pese a estas diferencias, Kan admite que ambos programas económicos son muy parecidos. "No podía ser de otra forma, porque lo han copiado, con retraso" del PD. "Lo que hay que hacer está claro, el problema es, como siempre, quién puede hacerlo", insiste. Él mismo, se supone.

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