"Ama, ¿cuándo tendremos piso?"
SOS Racismo denuncia al alcalde de Mondragón por no empadronar a 10 gitanos
"Somos personas como las demás, y lo único que nos diferencia es que somos pobres". Esa es la única razón que puede llegar a encontrar Noemi Santos para que el alcalde de Mondragón (Guipúzcoa), José María Loiti (PNV), le niegue a ella y a otros nueve miembros de su familia, una y otra vez, el poder inscribirse en el padrón municipal. Dos viejas furgonetas desvencijadas son el único techo que alberga a dos familias gitanas de origen portugués que hace cuatro años llegaron a esa localidad guipuzcoana para dejar de ser nómadas. SOS Racismo ha presentado una querella por prevaricación contra el alcalde, quien de forma insistente se ha negado a que los cuatro adultos y seis niños puedan figurar en el padrón de Mondragón. Cuatro de los pequeños asisten a la escuela del pueblo y nunca han tenido problemas de integración con el resto de los compañeros. Ahora, durante el periodo estival, son muchas las cosas que dicen echar en falta los niños, sobre todo el poder ducharse todos los días como lo hacen en la escuela. Sus madres acarrean baldes de agua para intentar suplir esa situación y que los niños estén limpios. "Es difícil en las condiciones que tenemos, sin luz ni agua, vivir dignamente. Nadie que no haya pasado por ello sabe lo que es. Si no se vive, no se puede explicar", asegura Irene Santos, de 22 años, y madre de cuatro hijos. Sentada en una silla de camping apoyada en la furgoneta se recupera de una reciente intervención quirúrgica. Las camionetas se encuentran estacionadas junto a un viejo edificio y bajo media docena de árboles. Tanto los padres como los niños no han conocido otro techo que la calle. "Llegamos a Mondragón en busca de una vida mejor que en Portugal y, aún estando mal, estamos mejor que allí". Arlindo, el marido de Irene, dice que está de suerte porque ha encontrado un trabajo en la construcción y que eso les permitirá tener un salario seguro. Noemi y Orlando, la otra pareja, consiguen algo de dinero para mantener a su familia vendiendo globos en las ferias. "No entendemos la actitud del alcalde pero no nos vamos a marchar. Eso lo tenemos muy claro. Aquí nuestros hijos están en la escuela y aprenden y tal vez ellos en el futuro puedan salir de esta mala situación", aseveran. La negativa del alcalde a inscribirlos en el padrón les impide acceder al salario mínimo de inserción social o a ser incluidos en la seguridad social. Las furgonetas, a pesar de ser un amasijo de chatarra en las que el espacio es mínimo, pueden servir, según la legislación, para que esas 10 personas se inscriban en el padrón, ya que las infraviviendas pueden figurar como domicilios válidos en el registro municipal. SOS Racismo cree que el regidor está demostrando "un carácter discriminatorio y una insensibilidad inhumana y sin límites" y le acusa de dictar órdenes ilegales a sabiendas que lo eran. Además, considera que esa actitud choca de lleno con la Ley contra la exclusión social que recientemente aprobó el Parlamento vasco. "Nuestra intención no es mantener una batalla legal contra el alcalde, sino solucionar el problema de estas 10 personas. En el momento que Loiti permita que figuren en el padrón se retirará la denuncia", aseguran los responsables de ese organismo en Mondragón. A pesar de las malas condiciones en las que viven, dicen que están contentos porque en el pueblo han encontrado personas estupendas. "Nunca hemos tenido problemas con nadie, al contrario ahora que tenía que ir al hospital han venido algunas familias a ofrecerse para tenerme a los niños mientras estaba ingresada", indica Irene. De hecho, más de 40 organizaciones de todo tipo de la localidad, desde sindicatos hasta centros escolares, han firmado un documento en el que piden que se les permita empadronarse. Mondragón es un municipio de 24.571 habitantes que se encuentra enclavado en el corazón de Guipúzcoa y en el que hay 639 personas inscritas en el paro. "Somos pobres y yo sé que si tuviéramos un trabajo y un techo donde cobijarnos seríamos felices", lo dice Noemi sonriendo, esperanzada de que algún día puedan cumplirse sus deseos y dar respuesta a las insistentes preguntas de los niños. "Ama, ¿cuándo podremos nosotros vivir en un piso?".
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