Siguió clavando banderillas
La primera parte de la novillada transcurrió entretenida, en la cálida noche veraniega, y los tendidos, que estaban casi llenos, pudieron disfrutar de diferentes pasajes de la lidia que recibieron con agrado, sin que faltaran, como es de recibo, las voces críticas. Después fue perdiendo gas y color. Entre lo más celebrado estuvo los tercios de banderillas de Mario Coelho, generosos y espectaculares.El novillero portugués en su primero causó una positiva impresión en los lances de recibo. Recogió muy bien al novillo, y luego le recetó lances suaves y con gusto, verónicas de donosura y prestancia. Se lució también en los quites en los que intervino.Y llegó la hora de poner banderillas. Se vio enseguida que pisaba firme y enterado la arena. Se dejó ver, ganó con facilidad la cara del novillo y prendió en lo alto fácil y espectacular.
Mario Coelho demostró en el último tercio, ser un muletero de buenas maneras y técnico, y un deficiente espada. Dos series de naturales, en las que tiró muy bien del burel, sería de lo más logrado de su actuación. En su segundo volvió a sorprender con los rehiletes, aunque se pasó, sobraba el cuarto par, que acusó el novillo. Había que dar gusto al repetable, qué se le va a hacer.Ahora estuvo gris con la muleta y lamentable otra vez en la hora suprema, y escuchó dos avisos.
Gómez Escorial recibió a sus dos novillos hincado de rodillas frente a chiqueros, y en las dos ocasiones se le frenó el novillo, por lo que ocasionó momentos comprometidos. No le faltó decisión a Gómez Escorial a la hora de utilizar la espada, pero sí para ligar y construir sus faenas de muleta.
Su primer trasteo lo comenzó cerca de los medios. Un pase cambiado por la espalda, y luego series por ambos pitones sin acabar de centrarse. Sus dos novillos iban y venían y el novillero madrileño le daba pases que no terminaba de rematar. Se cruzaba a la hora de citar, mas el pase no terminaba detrás de la cadera. La espada, sin embargo, no se le atascó y no hubo dudas: dos volapiés de relámpago y fuego fulminaron a los dos bureles.
José Olivencia, con el lote menos potable, estuvo valiente en su primero, y algo reiterativo en el cuarto. Se llevó un par de revolcones, producto del genio del novillo y de sus ganas de estarse quieto. Algún apunte a la verónica dejaron entrever barrocas notas.
Pisó terrenos comprometidos y hubo entrega por su parte, lo que siempre es de agradecer, estuvo en ese son que se le exige a los novilleros, el de querer, buscar y demostrar que por su parte no va a quedar.
El público acudió a la nocturna, provisto de cena adecuada y buenas intenciones. Gracias.
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