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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Libertad provisional

LA DESCONVOCATORIA de la huelga del personal de tierra de los aeropuertos es un alivio para muchos ciudadanos españoles, cuyo comienzo de vacaciones a finales de julio y principios de agosto amenazaba con convertirse en un nuevo ejercicio de tortura y desamparo en las instalaciones aeroportuarias. El acuerdo entre Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) y los sindicatos concede a los trabajadores sus exigencias retributivas, que costarán a la empresa en torno a 1.200 millones anuales a cambio de algunas mejoras en la productividad. Como en el caso del conflicto de los controladores aéreos, estamos ante un acuerdo in extremis, insuficientemente explicado y en el que los viajeros han sido utilizados como rehenes en una negociación en la que finalmente el Gobierno se ha plegado a las peticiones de los sindicatos.Tales circunstancias obligan a preguntar si el Gobierno y AENA tienen algún tipo de política laboral para encauzar los conflictos con sus empleados sin necesidad de trasladar los costes del enfrentamiento a los castigados usuarios de las líneas aéreas. Ha bastado que los sindicatos de los trabajadores de tierra amenazaran con una huelga los días 31 de julio, 1 y 2 de agosto para que la dureza retórica de Fomento y AENA se disolviera como un azucarillo en el agua y las peticiones de los huelguistas fueran satisfechas, con la coartada, eso sí, de una "maratoniana jornada de negociación" y unas mejoras de productividad más bien imprecisas.

De la evolución de este conflicto y del intercambio de amenazas y gestos de inflexibilidad cabe deducir que AENA carece de modelo laboral para los servicios de los aeropuertos; y que va cediendo sucesivamente a las exigencias que plantean los colectivos de empleados, sean controladores o personal de tierra, cuando éstos amenazan con extender el caos a los viajeros.

El Gobierno es el responsable de garantizar la normalidad de los desplazamientos de los ciudadanos; pero es un error fiar tal normalidad a negociaciones compulsivas de última hora. La política adecuada es desarrollar convenios laborales estables, de larga duración, que comprometan a los trabajadores y a sus representantes a no utilizar como arma arrojadiza su capacidad de arruinar las vacaciones de los españoles.

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El acuerdo con el personal de tierra confirma que AENA no ha hecho estos deberes, que requieren un esfuerzo negociador permanente para convencer a los sindicatos de que sus exigencias deben dirimirse sin atentar contra el derecho de los ciudadanos a desplazarse sin contratiempos. Aunque la desconvocatoria de la huelga de ayer deja a los viajeros en libertad provisional, es de temer que puedan volver a ser secuestrados cuando estalle cualquier otro conflicto de los que de modo sistemático afectan a los aeropuertos españoles, con la pasividad de sus autoridades.

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