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FERIA DE JULIO

La fiesta del borrego

Soltaron borregos. No es ninguna novedad. La fiesta que han impuesto lo taurinos requiere toros que se comporten como borregos, toreros mediocres experto en molerlos a derechazos, público indocto en tauromaquia, también ocasional, pues si vuelve y aprende, a lo mejor se da cuenta de que le están tomando el pelo y reclama sus derechos.

Así fue la corrida de la feria valenciana, tampoco nada singular ni en el detalle ni en su conjunto, pues tuvo el fundamento habitual de las corridas en la mayoría de las plazas.

La única diferencia de la mal llamada corrida de Valencia con las de otras plazas es que no hubo orejas, ni siquiera vueltas al ruedo. Mas no se crea que se debió a la exigencia del público. Fue por la incompetencia de los toreros, que protagonizaron seis sesiones de aburrimiento absoluto.

González / Litri, Jesulín, Caballero

EE UU, 1965 (115 m.). Director: Jack Smight. Intérpretes: George Peppard, Elizabeth Ashley.

Cuatro toros de Manolo González, impresentables: chicos, anovillados

5° de Socorro Sánchez-Dalp, con cuajo. 6° de Los Guateles, terciado. Los seis sospechosos de pitones, flojos y aborregados.

Litri: pinchazo —aviso con retraso—, pinchazo y estocada (ovación y salida al tercia); estocada contraria (escasa petición, ovación y salida al tercio)

Jesulín de Ubrique: estocada corta atravesada descaradamente baja (silencio); dos pinchazos atravesados —aviso con un minuto de retraso—, estocada trasera ladeada y rueda de peones (silencio). Manuel Caballero: estocada caída y rueda de peones (silencio), estocada (aplausos).

Plaza de Valencia, 22 de julio

4ª corrida de feria. Media entrada.

Faltaba la emoción, desde luego. Con aquellos ejemplares anovillados, sin chicha ni limoná -quiere decirse sin trapío ni casta- la emoción era inimaginable. Quedaba el recurso del arte pero eso era pedirle peras al olmo. La sabiduría popular registró ésta figura metafórica en los años de maricastaña -quizá pertenezca al origen de la especie, quién sabe- para definir la imposibilidad metafísica de que ciertas mentes consigan funcionar con normal raciocinio y programen sus células encefálicas de forma que alcancen a satisfacerse con las creaciones estéticas.

Claro que entonces no había pegapases. Ni tampoco conocían al Litri. Si ambos llegan a existir en los años de maricastaña, se habría dicho: "Eso es como pedir arte a los pegapases y al Litri".

Le salieron a Litri sendos borregos aptos para hacerles el toreo de salón y les hizo el toreo del cuarto de los trastos. Litri les voceaba a los borregos, los citaba pegando zapatillazos, embarcaba a tirones, se metía en los costillares. Y logró con todo ello que le aplaudieran pues el público valenciano se hizo litrista en los dorados tiempos de Litri padre -hace de eso casi medio siglo-, da por cierto que el hijo ha heredado su casta y su tremendismo, y cuando se mete en los costillares se cree que se va a suicidar. Cuando se mete en los costillares, se oye comentar por el tendido: "Qué valiente es el Litri, ché". Y le aplauden. Y piden música.

En estas plazas donde los taurinos han conseguido normalizar el borrego y los pegapases, el público es muy musiquero y pide la música según la fórmula clásica, que es a ritmo sincopado y con falta de ortografía: "¡Mu-si-cá!", bien acentuada la a. Para todas las faenas pidió música parte del público valenciano. Claro que otra parte estaba disconforme con que se musicaran la estafa y el aburrimiento, y protestaba, y algunas veces consiguió que se callara la banda.

Musicaron las faenas de Jesulín de Ubrique, que estuvo plomizo en la realización de un toreo ventajista consistente en citar muy fuera de cacho, además con el pico, a los míseros borregos que le correspondieron.

No menos borregos resultaron los de Manuel Caballero aunque éstos sacaron cierto temperamento dificultoso, probaban las embestidas, con frecuencia se mostraban renuentes a cumplir su función acometedora y Manuel Caballero les porfió mucho; y si además hubiera adelantado la muleta -que la ponía atrás y a un lado- quizá habría sacado mejor rendimiento. Cuajó, con estas, algún muletazo largo... Poca cosa, en realidad.

El misterio de la borreguez y de las consecuentes caídas del toro de lidia es cuestión capital sobre cuyas motivaciones aún no se han puesto de acuerdo los espontáneos que aportan originales teorías basadas en la ciencia psiquiátrica. La del estrés es una de las más graciosas. Dicen que los toros se aborregan y se caen porque les entra el estrés. Según otra cátedra, aborregamientos y caídas se producen porque los toros no hacen gimnasia funcional. Distintos seminarios aportan nuevas ideas: la alimentación, la consanguinidad, las lluvias, las sequías, la altitud de los montes, los abruptos parajes, los perturbadores llanos...

Nadie explica, sin embargo, por qué no sale un toro. El toro de lidia: el animal íntegro, poderoso y fiero de toda la vida. El que dio mérito, emoción y sentido a la fiesta. El que la dio nombre también: fiesta de toros. Nada que ver con ésta fraudulenta, vergonzosa, aburrida y absurda fiesta del borrego que han impuesto los taurinos. Y mañana, más.

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