De la aldea al cosmos
Camisa proletaria, gorro de punto, andar campesino y acento de emigrante. Ningún signo exterior hace pensar que Joe Zawinul (Viena, 1932) sea músico, pero lo es, de nacimiento. Teclista singular, que ha colaborado con insignes interpretes de Beethoven, guías conceptuales del jazz y popes de las músicas étnicas, es un austriaco culto, quizá algo asilvestrado y desinhibido por la sangre gitana que le corre por las venas. Escuchándole se presiente a un aldeano cosmopolita que escapa al cosmos de vez en cuando. En consecuencia, su música fluctúa entre lo local y lo universal, a mayor gloria de todo lo intermedio.
De entrada, Zawinul subrayó en solitario sus saberes de alquimista con una improvisación meditativa y nebulosa. Rodeado de teclados por todas partes menos por una, superpuso la voz pregrabada de Duke Ellington sobre cánticos tribales de raíz africana, hasta que la batería musculosa de Paco Sery, un portentoso machacacompases, el dinámico bajo de Victor Bailey y la percusión alocada de Manolo Badrena estrenaron ritmos insistentes y simétricos, que dominaron la velada. Los quiebros imprevisibles de Zawinul daban a la música un aire experimental que jamás caía en lo hermético.
Joe Zawinul, "The Zawinul syndicate
EE UU, 1965 (115 m.). Director: Jack Smight. Intérpretes: George Peppard, Elizabeth Ashley.
Joe Zawinul (teclados y voz), Gary Poulson (guitarra), Victor Bauley (bajo eléctrico), Paco Sery (batería) y Manolo Badrena (percusión y voz)
Madrid, 21 de junio.
Se sucedieron temas, la mayoría de su aclamado último doble disco, World tour, de estructura ambigua y desarrollo sinuoso y fragmentario, ricos en texturas encontradas y acentos por sorpresa. Zawinul extiende los brazos sobre sus teclados como un camaleón que mira con un ojo a la prehistoria y con otro a la nueva era. Tal festín de contrastes hermanados hizo las delicias de la audiencia.
Babelia
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