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Medio año nefasto deslustra el balance final de los doce años de gobierno de Ardanza

Pedro Gorospe

El lehendakari José Antonio Ardanza ha sido una de las víctimas de los nervios políticos del fin de legislatura. Después de 12 años de mandato, el país se le ha puesto patas arriba. El PP impidió que su testamento político, el plan de paz que lleva su nombre llegara a debatirse, y ahora el PSE ha roto "el blindaje" de un Gobierno que había resistido las turbulentas relaciones entre los partidos asociados. El último año vuelve a cuestionar el liderazgo que ejercen los gabinetes de gestión frente a los partidos, cuando éstos toman las riendas políticas.

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El lehendakari ya está en Gernika recuperándose de sus dolencias y reflexionando sobre el vuelco que ha dado el panorama político en vísperas de las elecciones autonómicas. Y también pensando en el futuro personal. Un futuro que debería ser mejor que el último año que le ha tocado vivir al frente del Ejecutivo vasco y que ha supuesto un borrón inesperado en doce años de mandato globalmente positivo. Ardanza, que en gran medida construyó su imagen política como guardián y portavoz del Pacto de Ajuria Enea, vio menoscabado su liderazgo cuando a partir de 1995 comenzó a quebrarse el consenso entre los partidos firmantes. Pero se resintió todavía más cuando su iniciativa para revitalizar la Mesa de Ajuria Enea, el plan que lleva su nombre y con el que quería anticipar el escenario de una salida dialogada a la violencia, se quedó como un papel sin futuro. El PP puso el veto a esa vía y el PSE no quiso dejar solos a los populares en la reunión de la Mesa de Ajuria Enea del pasado mes de marzo, posiblemente la última que presida Ardanza. Tras la unidad que habían demostrado los partidos durante el secuestro y posterior asesinato del concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco, aquella fracasada cita de marzo marcó el inicio de una nueva etapa en la que las estrategias partidistas tomaron el mando de la situación. El presidente del PNV Xabier Arzalluz avisó aquel mismo día: "El PNV hace suyo el documento de Ardanza y no renuncia a buscar nuevas mayorías en torno a la metodología que propone". Hubo mucha gente que no le creyó, pero aquella advertencia ha marcado un final de la legislatura en la que los partidos políticos han antepuesto sus estrategias partidistas a las demandas sociales. El PP y el PNV no han querido pactar una política de pacificación conjunta por un riesgo electoral perfectamente calculado; los nacionalistas iniciaron a posteriori unas controvertidas conversaciones con HB. Y el PSE, invocando el reiterado alineamiento de sus socios de Gibierno con HB, ha dado un portazo a casi doce años de gobierno compartido. El hecho de que el lehendakari haya vivido este último capítulo desde una cama en la quinta planta de un hospital de Vitoria añade más frustración a una despedida que tan sólo hace ocho meses se prometía mucho más feliz. Todos estos episodios tienen un común denominador. Se han gestado y decidido fuera del Gobierno. Y demuestran que la inestabilidad partidista puede romper incluso el "blindaje" que el lehendakari inventó para su Gaginete a principios de la legislatura, cuando el panorama nacional mostraba una convulsión desconocida desde los primeros años de la transición. "El lehendakari ha paralizado muchos movimientos de los partidos", recuerdan en su entorno más cercano. Por eso quizás, el sabor agridulce de su retirada y la reflexión de que probablemente ha acabado la época de los gobiernos de gestión. "Ardanza ya ha computado todo ello en el pasado", dicen sus allegados.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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