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FERIA DE SAN FERMÍN

30.000 personas presencian el chupinazo

Se repitió el ritual de todos los años. Más de 30.000 personas abarrotaron ayer al mediodía el centro de Pamplona para presenciar el acto inicial de las Fiestas de San Fermín, el tradicional chupinazo. La encargada de disparar el cohete fue la concejal socialista Concha Fernández de Pinedo, bióloga de 44 años, que recordó al hacerlo al concejal de UPN (Unión del Pueblo Navarro) Tomás Caballero, asesinado por ETA el pasado seis de mayo. "Lanzo el cohete en honor de Tomás y en representación de todas las mujeres", dijo la concejal.

El protagonismo estará a partir de hoy en la Estafeta, una calle sin aceras. Lo dicen los guías turísticos. Lo proclaman los más viejos del lugar. Sobre el papel, no es más que una inocente modificación urbanística a estrenar en las presentes fiestas. Nada más falso. El nuevo aspecto de la más mítica de las calles pamplonesas es una fuente inagotable de teorías. "En todos los encierros, el toro nunca se ha subido al encintado. Con su ausencia, todo va a ser más peligroso", dice un aficionado.

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Quebrar con las cortas

Pese a las polémicas, y a la espera del comportamiento de los astados, una cosa parece clara: el año que viene, el que una de las calles más fotografiadas del planeta carezca de paso para peatones será tradición. De hecho, Pamplona es una fuente inagotable de costumbres milenarias. Cada año, unas veinte.

Ayer, durante la celebración del chupinazo, sólo algún que otro extraterrestre teutón dejó de vestir de blanco riguroso. Cualquiera con poco más de 50 años da fe que ni la vestimenta inmaculada ni los riegos de champán ni los huevos voladores (el cola-cao o el ketchup también valen) para embadurnar a incautos, ni el fuenting desde Navarrería, ni el mismísimo chupinazo de mediodía vienen de los tiempos en que la mili se cumplía con lanza. Todo, por el orden, la pasión y la unanimidad con que se ejecuta, parece que ocurre igual desde los tiempos del jurásico. Sin embargo, apenas les asisten años.

Este San Fermín, la sociedad gastronómica Gazteluleku, sita en la plaza del Castillo, se propone saber cuál es el mejor toro de la feria. De sabor, no de embestida. Cada ganadería lidiada dejará tres kilos del primero de los bureles en manos del cocinero Moisés Leranoz, director de cocinas del hotel El Toro. En total (son ocho las corridas), 24 kilos de estofado. "Tras conocer cual es el animal más bravo, ahora se trata de elegir al más jugoso", dice Alfredo Sarasa portavoz de la sociedad.

LA CORRIDA DE HOY

Plaza de Pamplona.

3 corrida de feria.

Toros de Jandilla, propiedad de Francisco de Borja Domecq, de la finca Jandilla, en Vejer de la Frontera (Cádiz). Divisa azul. Antigüedad, 3 de mayo de 1951.

Matadores: Litri, Enrique Ponce y Pepín Liria.

A las seis y media de la tarde.

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