Quebrar con las cortas
Preguntó el vecino de localidad: "¿Hace mucho que no ve banderillear con las cortas?". "Muchísimo". Siguió: "¿Y banderillear al quiebro?" Parecía un concurso de televisión. Pero he aquí que se hizo presente Álvaro Ortega ¡y llevaba banderillas cortas! No sólo eso sino que quebró el par.El vecino ponía cara de iluminado, de augur, de Cossío parlante, y la verdad es que no había quien le aguantara. Pidió tabaco y le fue denegado. El vecino probablemente traía el recado de que Álvaro Ortega iba a quebrar con las cortas y se marcó el farol.
Quebró con las cortas Álvaro Ortega a sus dos novillos. Primero citaba de rodillas, antes del embroque ya estaba de pie y el quiebro le salía limpio. Ahí empezó a ganar un triunfo que acabaría perdiendo por sus demoras en la suerte de matar. Y no se limitó a quebrar: se tiró frecuentemente de rodillas, que son triunfos; y en lo que concierte a las suertes fundamentales del toreo procuraba ejecutarlas con ortodoxia. Muy al contrario que sus compañeros de terna, quienes deben de profesar una fidelidad absoluta al toreo moderno y lo practicaron con tenaz insistencia.
Nuñez / Marco, Juli, Ortega
Novillos de Joaquín Nuñez, discretos de presencia, flojos, pastueños. Francisco Marco: tres pinchazos, estocada perpendicular -aviso- y dos descabellos (aplausos y saludos); tres pinchazos y estocada (silencio). El Juli: pinchazo y estocada perdiendo siempre la muleta (aplausos y saludos); estocada perdiendo la muleta (oreja); Álvaro Ortega: media, rueda de peones y estocada caída (escasa petición y vuelta); estocada caída -aviso- y dobla el toro (vuelta). Plaza de Pamplona, 6 de julio. 2ª corrida de feria. Cerca del lleno.
El Juli tomó banderillas en el quinto novillo, por si acaso. No fueron las cortas, mas para competir con el compañero quebrador servían y tras un cuarteo prendió dos pares por los terrenos de dentro.
El público aplaudió mucho estas novedosas intervenciones banderilleras y como ya estará corriendo la voz por los mentideros taurinos todo el escalafón se va a dedicar a banderillear por los adentros y a quebrar con las cortas. Es el signo de los tiempos: se imitan tanto los coletudos que en cuanto uno rescata cualquier suerte en desuso, la pone de moda.
Las largas cambiadas a porta gayola están de moda. Lo de porta gayola es un decir, puesdefine al diewstrosituado "frente a la puerta oscura de la cueva", y lo que hacen los toreros modernos es colocarse en los medios, bien lejos, para evitar desagradables sorpresas. De estas largas dio una el meritado Álvaro Ortega, que venía pegando.
Los triunfos conseguidos por Eugenio de Mora y José Tomás durante feria de San Isidro han puesto también de moda sendas suertes de su especialidad que influyeron decisivamente en sus respectivas ganancias de trofeos. Los derechazos que instrumentó Mora de rodillas causaron sensación, y muchos toreros -el incontenible Álvaro Ortega entre ellos- los repiten con aleatoria fortuna. Las manoletinas de José Tomás han recuperado ésta suerte con tanta intensidad que ahora las da todo el mundo. La manoletina es un caso curioso. La manoletina, pase vulgar de limitados valores, hartó a los públicos y llegaron a abroncar al diestro manoletinador. Obviamente a nadie se le ocurría instrumentarla y estuvo prácticamente desaparecida del catálogo durante muchos años. Hasta que vino José Tomás, la dio, yel nuevo público de toros se quedó impresionadísimo. Torear ya es distinta cuestión. Torear reunido y ligado, hondo y puro, eso no está de moda. Francisco Marco muleteó muy compuesto al novillo enormemente pastueño que abrió plaza y estuvo valiente y voluntarioso con el cuarto, que se quedaba corto. El Juli ligó poco y templó menos a los dos de su lote, ambos de encastada nobleza, en el transcurso de unas faenas interminables que arregló con remates pintureros, desplantes para la galería, rodillazos, cosas así, y se llevó una oreja. Álvaro Ortega se arrodilló más que nadie, intentó el toreo bueno, tiró de repertorio, recuperó el quiebro con las cortas para satisfacción del vecino de localidad y pasmo de la afición, y dejó en el público pamplonés el estupendo recuerdo de su pundonor y su valentía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.