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Los sonidos brasileños arrasan en Montreux

Dos programas celebran los 20 años de presencia de los ritmos del país carioca

Dos programas muy distintos dedicados a la música de Brasil celebraron en Montreux los 20 años de presencia continua de los ritmos de este país en el festival de jazz suizo. Una presencia que no sólo se limita a los concurridos conciertos del programa sino a la alegría que la amplia colonia brasileña despliega por las calles y el paseo a orillas del lago, bailando día y noche, sobre todo a lo largo de los fines de semana.

El programa que se preparó para la celebración de este aniversario prometía lo mejor: Marisa Monte, Gilberto Gil y la reaparición de unan vieja banda, Los Novos Bahianos. La velada del sábado, sin embargo, no logró entrar en la categoría de "momentos inolvidables". Marisa Monte, una de las más populares intérpretes del panorama actual, hizo un recital a lo sumo correcto, sin lograr motivar suficientemente a su público.El gran Gilberto Gil, mago de la escena, habitual encantador de serpientes, tardó en entrar en materia, aparentemente más preocupado por los resultados del partido de fútbol que se jugaba mientas él actuaba (un propio venía a soplarle los resultados entre canciones y él los comunicaba alborozado a su auditorio) para abordar con mayor concentración y hondura la segunda parte de su concierto, con algunos temnas de su nuevo álbum, Quanta.

Los Nuevos Bahianos, una banda nacida en 1969 bajo el nombre inicial de Desembarque Dos Bichos de Pois do DilúvioUniversal, hizo una reaparición que bien les valía haber regresado a esta denominación casi jurásica de sus inicios. Su música, anclada en una estética ya superada, desprendía un tufillo rancio y anacrónico. Pero los sinsabores de esta primera sesión fueron ampliamente compensados con la noche dedicada a la música del nordeste de Brasil, el domingo.

Antulio Madureira y su orquesta Perré Bumba dieron una muestra de cómo se puede extraer de la música popular un producto refinado y pleno, sin perder nada de la sustancia que lo nutre. Madureira, compositor, cantante, inventor de instrumentos, bailarín y actor, ofreció un espectáculo brillante. Trazó un recorrido por algunos de los ritmos de las diversas regiones de su país, animó la fiesta con el colorido de sus coreografías (con ayuda de dos bailarinas) y desplegó la magia de los exóticos instrumentos que él mismo construye con materiales casi de desecho.

Madurez creativa

La segunda parte del programa trajo a una figura en plena madurez creativa. Alceu Valença se alzó desde el primer momento como el amo de la escena, ataviado como una especie de bufón medieval, uno de los personajes extraídos del carnaval de Pernambuco, que él suele representar. También hace Valença un juego entre las raíces populares de la región y los sonidos contemporáneos, en este caso del rock y el pop. Pero el resultado es apabullante. Apoyado en una banda festiva y eficaz, especialmente en el chelista Luiz Coimbra, Valença manejó la emoción del público a su antojo. Los hizo saltar, bailar, cantar, gritar, callar, sentir. Todo ello con una serie de canciones seductoras y bien construidas.El punto final lo puso la Banda Eva, al mando de la enérgica cantante Ivette Sangalo. La joven y aeróbica intérprete, una especie de Alanis Morrisette brasileña, desplegó una vitalidad envidiable en escena, arrastrando al ya enardecido público hasta cotas de actividad probablemente dañinas para la salud. Todo ello sostenido por una voz potente y una espontánea simpatía que terminaron por dejar en el auditorio el vaho satisfecho de seis horas de alegre sudor musical.

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