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Reportaje:

Crece el cerco al PVC mientras su uso invade la mayor parte de la vida cotidiana

La ofensiva de grupos ecologistas y la Unión Europea para limitar el uso del policroruro de vinilo (PVC), por su riesgo de toxicidad, choca con el extensivo uso de este material en el ámbito doméstico. Hoy en día hay pocas herramientas de uso cotidiano que no lo contengan. Desde las muñecas a los zapatos, los forros de libros, cables, cañerías, ventanas, puertas, suelos a los guantes de fregar. Los productos de más riesgo para la salud, según un informe de un Comité de Expertos, son las botellas y el plástico que recubre alimentos si se les introduce en los hornos.

En la vida de un ciudadano corriente pocas cosas suceden hoy que no tengan algo que ver con el PVC (policloruro de vinilo) un producto barato, de gran versatilidad, que se hace con petróleo y sal común.Probablemente lo primero que toca al levantarse está hecho con PVC, el vaso con el que se enjuaga la boca tras limpiarse los dientes, la cortina de la ducha, las cañerías por las que escapa el agua de los sanitarios, el papel pintado de la pared y el suelo que pisa antes de vestirse.

Si desayuna en la cocina antes de salir de casa habrá cruzado el umbral de una puerta con PVC. El cable del microondas para calentar la leche va recubierto con este material, de la misma manera que las galletas que acompañen su frugal desayuno. La bolsa de la basura a la que arroja los desperdicios, el balón de sus hijos con el que tropieza al salir de casa o la caja del registro donde acciona la alarma de seguridad, antes de cerrar la puerta de la vivienda. Un 55% de los materiales de contrucción y un 15% de los envases lo contienen, tal es la versatilidad de este producto patentado originalmente como fibra sintética en 1913 y comercializado a partir de 1931.

Esta masiva presencia en el sector d e los materiales comenzó a cuestionarse, cuando se advirtió que los aditivos utilizados en la fabricación del PVC (organoclorados o dioxinas, entre otros) resultaban cancerígenos para el ser humano y provocaban alteraciones en el sistema hormonal, inmunológico y reproductor de los animales. Según Greenpeace, la organización ecologista que abandera la lucha para erradicar el uso del PVC, la liberación de esos aditivos durante su ciclo de vida no lo hacen aconsejable. Mucho menos cuando su uso está asociado al contacto permanente con alimentos.

El informe del Comité de Expertos encargado por el Ministerio de Medio Ambiente para evaluar los riesgos del PVC apunta en la misma dirección. Señala el documento que tanto el PVC rígido (botellas) como el flexible (plástico transparente para envolver) debe etiquetarse "indicando la temperatura máxima a la que pueden ser sometidos en contacto con alimentos grasos". El informe hace incapié en las botellas de aceite ya que algunos ensayos que menciona demuestran que estos envases, si permanecen mucho tiempo en exposición a radiaciones luminosas, trasfieren parte de sus aditivos nocivos al aceite. Otro tanto advierte sobre el plástico que recubre alimentos. "Nunca debe utilizarse en contacto directo cuando se cocinan o calientan" en el horno convencional o el microondas, porque el calor favorece la trasferencia de los aditivos a la comida. Pablo Mascareñas, biólogo responsable de tóxicos en Greenpeace, añade que otro riesgo asociado al PVC son los incendios: "La combustión genera ácido clorhídrico", un componente corrosivo y tóxico. Cuando la quema se produce de manera incontrolada en los vertederos las emisiones tóxicas pasan al subsuelo y el agua.

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