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Reportaje:

Armisticio en Irún con dos Alardes

La polémica por la participación de la mujer en la fiesta se diluyó con la celebración de un doble desfile

Maribel Marín Yarza

Irún madrugó ayer más que nunca para vivir el sabor agridulce de la desunión en el día grande de sus fiestas de San Marcial. Las calles conservaban todavía el olor a resaca de la noche cuando las primeras compañías del Alarde tradicional se congregaban para arrancar el desfile desde la plaza Urdanibia. Eran las siete de la mañana, la hora que había fijado la consejería de Interior para comenzar el desfile de quienes sólo aceptan que la mujer viva el acto más significativo de las fiestas de la localidad guipuzcoana como cantinera.Hora y media más tarde, en el otro lado de la trinchera, 10 compañías mixtas ejercían por vez primera el derecho que les reconoció el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco el pasado mes de enero. Las mujeres desfilaron a lomos de los caballos, marcharon escopeta en ristre y entonaron las marchas de San Marcial con sus pífanos y tambores. Recorrieron su localidad amparadas por la ley, con el apoyo de la corporación municipal y con el orgullo de sentirse participantes el único Alarde de Irún, el oficial.

Los dos batallones honraron a sus ancestros, reconocieron su arrojo en la batalla que libraron frente a las tropas francesas en 1522 y renovaron el voto como lo hacen cada año desde hace 117. Pero lo hicieron por separado, porque derecho y tradición se niegan, por el momento, a caminar de la mano. La mayoría de los iruneses sienten que la fiesta debe mantenerse incólume. Para ellos, ni siquiera es suficiente una resolución judicial, que aprecia en la celebración del Alarde una discriminación sexista.

En los desfiles de ayer se consolidaron las dos posiciones enfrentadas, pero se avanzó hacia una mayor aceptación por parte del pueblo. Las mujeres se quedaron solas en los San Marciales del pasado año, sufrieron insultos y abucheos. Mas ayer se sintieron recompensadas por la lucha en que se embarcaron hace al menos tres años. Frente a la única compañía de 100 personas que desfiló el pasado año por las calles de Irún, en las fiestas de 1998 se congregaron 10 unidades con cerca de 1.000 personas. Un salto cuantitativo, pero también cualitativo, en opinión de las mujeres, por el apoyo social que recibieron. Los insultos de quienes les increparon al grito de "fuera, fuera", se fundían con los aplausos de ciudadanos que les hiceron paseíllo en las calles de la población cuando pasaban. "La batalla ya la tenemos ganada", decía un vecino partidario de que la mujer se integre en la fiesta en igualdad de condiciones que los hombres. "En breve tiempo daremos la vuelta a esta situación y la mayoría contraria a nosotros ya no lo será tanto", afirmó.

Esto no significa que las cosas hayan cambiado mucho. Si la vara para medir este cambio se hubiese situado ayer en la localidad fronteriza, pocos coincidirían con esta apreciación. Una abrumadora mayoría de ciudadanos secundó la marcha del Alarde alternativo, el que se organizó de forma privada y sin amparo municipal. Más soldados en el desfile y más público de su parte. "El Alarde debe seguir como siempre, si no sería un desprecio a nuestro ancestros", aseguraba un vecino.

En los corrillos que bordeaban las vallas instaladas en el recorrido tradicional, las mujeres exigían la vigencia de esta fiesta tal y como se ha venido celebrando todos estos años. "Somos las propias mujeres las que no queremos que esto varíe. Al final, el puesto de honor es el de cantinera. Ésas sólo quieren reventar la fiesta", decían.

Así, el día de ayer se recordará en Irún como el día de la convivencia sin connivencia. Los Alardes no se miraron entre sí. Caminaron por separado, pero no hubo que lamentar los incidentes que el pasado año empañaron las fiestas. Las compañías de los dos desfiles se sometieron a las órdenes de sus respectivos capitanes. Los dos fueron aplaudidos de forma ininterrumpida y se juntaron en la tradicional misa de campaña. No cumplieron con todos los rituales del Alarde, porque muchos de los actos del desfile fueron suspendidos por el alcalde de Irún, el socialista Alberto Buen, ante el clima de tensión que ha reinado en la localidad en las últimas semanas. Buen, quien ha mantenido una postura ambigua hasta la sentencia, prefirió no entregar la bandera de la ciudad ante la disyuntiva de a qué desfile dársela.

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