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Reportaje:

Una capital de segunda mano

Cuando, en 1978, los arquitectos Julio Herrero, Enrique Hernández, Luis de Vicente y Federico Collaut entregan el edificio destinado a geriátrico que se había construido en el barrio vitoriano de Lakua, la Diputación Foral de Álava estudia el cambio en la política de atención a la tercera edad: en lugar de concentrar a los ancianos en un macroedificio se busca la atención personal en el domicilio propio. Justo en esos momentos llega la elección de Vitoria como capital de la comunidad autónoma del País Vasco y a los responsables forales la noticia les llega como llovida del cielo. Una nueva Administración necesitará inmuebles e instalaciones para albergar sus servicios, con lo que sus responsables se ponen en marcha para ofrecer ese excelente inmueble al recién creado Gobierno vasco, que lo adquiere para instalar en él, y en su ampliación, sus oficinas. El caso de las oficinas del Ejecutivo autónomo es paradigmático en una capital que ha ido haciéndose a partir de edificios ya construidos y rehabilitados para darles nuevo uso. Cuando se decide que Vitoria sea la sede de las distintas instituciones representativas de la comunidad autónoma (entre otras razones, aparte de las políticas, porque la Diputación de Álava era el único ente con capacidad fiscal), uno de los principales retos a que se enfrenta el nuevo Ejecutivo es comprar o construir edificios que alberguen sus servicios. En Vitoria no se optará por edificar de nueva planta, como ha ocurrido en otras capitales de reciente creación, como Bruselas, decisión que alaba el arquitecto Juan Ignacio Lasagabaster, jefe del Servicio de Patrimonio Histórico de la Diputación: "La política seguida en Bruselas de destruir la ciudad para levantar nuevos edificios ha sido nefasta, ya que ahora aquellas construcciones modernas se han quedado obsoletas. Aquí se ha sido más prudente; tal vez para algunos sea una mentalidad más aldeana, pero lo que en su momento fue singular ha acabado llevándose a cabo en otros lugares". Al igual que el geriátrico, también el centro de educación especial de Arkaute, diseñado por el arquitecto Julio Vidaurre en 1972, se quedó anticuado para las nuevas políticas educativas para los discapacitados. Entonces la Diputación aprovechó la creación de la policía autónoma para ofrecer al Ejecutivo este edificio en perfecto estado y habilitado para la enseñanza. Juan Ignacio Lasagabaster recuerda que "en este caso sí que hubo cierto oportunismo por parte de la Diputación para captar estos clientes en un momento en que no se sabía qué hacer con este inmueble". Un viejo instituto Si el Gobierno y la Ertzaintza se ubican en dos edificios de reciente construcción, para el Parlamento vasco se contará con el antiguo instituto construido en 1853 por Pantaleón Iradier, rehabilitado para este uso en 1982 por los arquitectos José Erbina y Julio Herrero. Cuando se propuso como sede del Legislativo, el edificio se encontraba sin uso desde hacía diez años y había sufrido sucesivas modificaciones interiores y algunas exteriores. A la hora de redactar el proyecto de reforma, sus autores se propusieron la conservación del edificio porque, entre otras cosas, su desaparición como tal dañaría el conjunto del parque de la Florida, uno de los espacios emblemáticos de la ciudad. Así que la rehabilitación resultó cara, como lo había sido la reconversión del geriátrico en un lugar de oficinas. "Hay edificios que se adaptan bien a un nuevo uso, pero reconvertir el geriátrico fue una obra costosísima, lo que rompe un poco con la idea de que estas reutilizaciones de edificios se hacen por cuestiones económicas. Hay que tener en cuenta que hubo que cambiar completamente todo: de un edificio compartimentado en habitaciones individuales con baño a otro de oficinas y despachos". Y como residencia del lehendakari se escogió el palacio de Ajuria Enea: una casa de 1920, atribuida al arquitecto suizo Alfredo Baeschlin, quien la construyó para el industrial Serafín Ajuria. Fue una elección difícil y tardó en llegar su transformación de sede del Museo de Arte Vasco (antes, de 1966 a 1974 fue utilizado como edificio docente por las religiosas escolapias) en sede de la presidencia del Gobierno, remodelación que realizó Julio Herrero, quien también participó en la rehabilitación del Parlamento. De este modo, el nuevo Ejecutivo y sus dependencias se establecían en la capital de la comunidad autónoma, con discreción, sin grandes transformaciones urbanísticas y arquitectónicas en lo que fue una iniciativa que luego se siguió en otras autonomías, como Aragón, donde las Cortes se ubicaron en el Palacio de la Aljafería o la sede del Ejecutivo en el Edificio Pignatelli. Fue la coincidencia en el nacimiento de nuevas instituciones con la toma de conciencia en la conservación y rehabilitación de edificios históricos, y el aprovechamiento de inmuebles con usos obsoletos. El inconveniente, como también señala el arquitecto Juan Ignacio Lasagabaster, es la ausencia de un edificio emblemático que caracterice esta nueva época: "Se echa de menos ese signo de los tiempos".

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