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La oportunidad y el desafío de la UEM

Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea tomaron en mayo la decisión definitiva sobre el nacimiento de la unión económica y monetaria (UEM) y sobre los países que la formarán. Entretanto, el Banco Central Europeo (BCE) ya ha comenzado a trabajar. Dentro de poco quedará fijada la estrategia de la política monetaria y sus instrumentos.A partir del 1 de enero del año próximo, el euro será la moneda común de 11 países europeos. Para esa moneda y para esos países habrá entonces sólo una política monetaria común y supranacional con los mismos instrumentos para todos, aunque la tarea de ejecutar esta política correrá a cargo de los bancos centrales nacionales.

El ingreso en la unión monetaria tendrá consecuencias políticas y económicas de largo alcance. Hasta ahora nunca ha existido un espacio monetario común de tales dimensiones, con integrantes que están vinculados simultáneamente por una unión política o un ordenamiento estatal común.

Es fundamental que el euro sea reconocido mundialmente desde el principio como una moneda estable y ofrezca así numerosas oportunidades y ventajas a los países miembros. La moneda única estrechará aún más los vínculos de sus economías y puede impulsar además la unidad política en Europa.

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Tanto para el consumidor como para el empresario, el espacio monetario común supone la desaparición de algunas dificultades, tales como el riesgo del tipo de cambio y los costes de cambio y transacción. Además, el euro incrementa la eficacia del mercado de trabajo, de bienes y de finanzas, y ofrece así buenas oportunidades para un incremento del bienestar en Europa. Por otra parte, desaparece la posibilidad de adaptaciones cambiarias en caso de pérdida de competencia o de cambios estructurales básicos en determinados países y regiones.

Una moneda única facilita además la comparación de los precios e incrementa la transparencia del mercado. Esto intensificará la competencia en el mercado interior en beneficio de los consumidores. Gracias a ello, a la larga, se podrán utilizar mejor las posibilidades de crecimiento, el potencial de innovación y las posibilidades laborales.

El éxito del euro depende de su estabilidad, pues sólo un euro estable permitirá realizar sus ventajas, y existen buenas perspectivas de que el euro sea verdaderamente estable: las tasas de inflación son bajas en casi todos los países miembros, al igual que los intereses a largo plazo. También es importante que el Banco Central Europeo disponga de un alto grado de independencia, y la opinión pública europea es mucho más consciente hoy de la importancia de la estabilidad.

Los países miembros deben estar preparados para aceptar las consecuencias y los desafíos que lleva aparejada la moneda única. De lo contrario, la moneda única estará preñada de riesgos a largo plazo.

En los últimos años se han hecho visibles progresos en la convergencia. España, sobre todo, ha demostrado un éxito considerable. Sin embargo, algunos países miembros no han reducido lo suficiente su nivel de deuda.

Un exceso de deuda condiciona el futuro margen de maniobra de la política financiera y entra en conflicto con la política monetaria, sobre todo en caso de que deba financiarse una elevada proporción de créditos a corto plazo con interés variable. En este sentido, un exceso de deuda supone una hipoteca y un peligro para la futura política de estabilidad.

En los países afectados por un exceso de deuda se debe alcanzar un mayor nivel de consolidación, y eso es válido también para Alemania. El billete de entrada en la moneda única no es un pase para relajarse en el empeño. Y esto es tanto más válido en la medida en que se incremente el lastre del desarrollo demográfico sobre los presupuestos de casi todos los Estados miembros. Por eso, varios Estados de la unión monetario-económica deberán reformar sustancialmente sus sobrecargados sistemas sociales.

Además, cuanto más inflexibles sean los mercados nacionales de bienes, finanzas y laborales, tanto más se verá afectada la unión monetaria por las diferencias nacionales y regionales, tales como las diversas tasas de paro, dado que los sistemas de transacciones y compensaciones que existen entre los Estados nacionales dejarán de existir en la Unión. Un marco monetario adecuado puede ayudar a los países miembros a ejecutar las necesarias reformas estructurales. Pero los países deberán acometer ellos mismos las necesarias adaptaciones de sus economías a las nuevas condiciones. No podrán contar con nuevas transferencias de fondos comunitarios ni con un bail-out en caso de crisis financiera.

Las esperadas ventajas de la unión monetaria sólo se podrán realizar si se adaptan rápida y ampliamente las políticas sociales y salariales a las nuevas realidades.

Teniendo en cuenta el alto nivel de paro en la mayoría de países, los mercados de bienes y laborales deberán reaccionar de forma flexible ante los cambios en la productividad y los cambios fundamentales en el mercado. Pero también la política deberá eliminar los obstáculos estructurales para mejorar la competitividad de los países de la UEM en los mercado globales. La justificada alegría por haberse cualificado para la UEM no debe hacer olvidar que las posibilidades de éxito del euro no sólo dependen del cumplimiento de las condiciones de convergencia al inicio de la unión monetaria. El desarrollo económico real en las distintas partes de la Unión tendrá una importancia decisiva. Eso no quiere decir que los criterios de convergencia pierdan su importancia. Al contrario, la convergencia alcanzada no sólo debe ser mantenida en los próximos años, sino que debe ser ampliada. El pacto de crecimiento y estabilidad contiene los criterios para la futura disciplina de la política fiscal. Ahora se trata de que los países miembros tengan en cuenta estas normas en la política práctica.

La unión económica y monetaria Europea es un proyecto histórico único que no debe fracasar. Por eso, no sólo debemos determinar su base económica a la hora del ingreso, ya que sólo la estabilidad continuada del euro puede convertirse en catalizador en la siguiente etapa del camino de la integración europea.

Hans Tietmeyer es presidente del Bundesbank.

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