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Dificultades en Suecia para cerrar una central nuclear cercana a Dinamarca

La propiedad de la planta ha recurrido al Tribunal europeo

No le va a resultar fácil al Gobierno sueco cumplir su decisión de cerrar las dos plantas nucleares de Barsebäck, una el primero de julio próximo y la otra en la misma fecha del 2001. La sociedad propietaria del conglomerado nuclear, Sydkraft, dominada por capital alemán, no está dispuesta a sacrificar un solo tornillo de sus instalaciones, que le proporcionaron el año pasado (globalmente) 103.000 millones de pesetas de beneficios.

La compañía ha abierto varios frentes jurídicos en Suecia y la UE para evitar el cierre. De momento ha conseguido del Supremo sueco un aplazamiento y mantiene desde hace un año negociaciones con el Ejecutivo para compensar la pérdida de negocio. Sydkraft no quiere dinero. Pide el traspaso del Estado de otras plantas nucleares públicas con la misma capacidad de producción y la misma clientela.Suecia vive inmersa en una contradicción energética y medioambiental. Con una superficie equivalente a la de España y la cuarta parte de su población, el único país escandinavo que carece de recursos energéticos propios, apostó a comienzos de los setenta por la energía nuclear. Este recurso supone ya el 50% de sus fuentes energéticas. Dispone de cuatro grupos con 12 plantas nucleares dispuestas a lo largo de la costa oriental y sur del país.

Este despliegue atómico supuso un revulsivo en 1979 con el accidente de Three Mile Island (EEUU), agravado después con la catástrofe de Chernóbil. Estos sucesos agitaron un sentimiento antinuclear, cuya bandera enarbola el Partido de Centro, que en las últimas elecciones sólo obtuvo el 7,7% de los votos. Ese partido logró la convocatoria de un referéndum en 1980 en el que los suecos se manifestaron mayoritariamente para no ampliar el parque nuclear y el cierre de las existentes, en cuanto las condiciones económicas lo permitieran, pero nunca más tarde del 2010.

La primera central que reunía todas las papeletas para ser la primera era Barsebäck. Está a 20 kilómetros en línea recta de Copenhague y es el blanco favorito de los daneses con todo su Gobierno al frente. Un pacto entre el Partido del Centro, el Partido Socialdemócrata (55,3% de los votos) y el Partido de la Izquierda (6,2%) en febrero del año pasado decidió su cierre. El Parlamento lo refrendó, el Ejecutivo puso fecha a la defunción: el 1 de julio, a la unidad Barsebäck-1, y el 1 de julio de 2001, a Barsebäck-2. La Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo aplazó en mayo el cierre amparando el recurso de Sydkraft de que carecía de declaración de impacto ambiental, como exigen las directivas europeas, y de justificación debida.

El año próximo se liberaliza el mercado energético en el Báltico. Los portavoces de Sydkraft alegan que sin Barsebäck-1 la compañía se quedaría en desventaja y se favorecería a otras empresas, entre ellas las públicas que gestionan otras centrales nucleares suecas en activo. Por el momento proporciona el 60% de la energía del sur de Suecia y el 6% de todo el país. Si el cierre prosperara, los ejecutivos de Barsebäck calculan que sería reemplazada por combustible de carbón danés o alemán. Y como los defensores de la energía nuclear argumentaron en la cumbre de Kioto, este recurso ha permitido a Suecia disminuir en un 75% las emisiones de CO2. Quien menos entiende el cierre de Barsebäck es Roland Palmqvist, alcalde de la comuna donde se levantaron los dos complejos nucleares a partir de 1972. Los ingresos de la comuna no dependen de la central pero casi un millar de sus residentes trabaja directa o indirectamente en ella. "Puedo certificar que en mi comuna existe confianza en la seguridad de Barsebäck. Hemos protestado por el cierre, pero en Estocolmo no tienen la misma opinión", dice Palmqvist.

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