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Netanyahu pone en marcha el plan para ampliar su control del Jerusalén árabe

El Gobierno israelí puso ayer en marcha un plan urbanístico y administrativo que tiene como finalidad ampliar la superficie de Jerusalén, reforzar la economía de la ciudad y mantener el control de la urbe. El proyecto, que se encuentra en fase de estudio, recibió ayer la luz verde del Gabinete de Benjamín Netanyahu, a pesar de la oposición de los vecinos afectados, pero sobre todo de las protestas del Gobierno de Estados Unidos y de la Autoridad Palestina, que consideran el programa como una violación del proceso de paz, ya que decide el futuro de la Ciudad Santa al margen de las negociaciones israelo-palestinas.

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Jerusalén contará dentro de veinte años con más de un millón y medio de habitantes -un millón más que ahora-, y su área de influencia administrativa y política se extenderá al menos en un radio de una veintena de kilómetros, a partir del centro de la ciudad, anexionándose por el oeste algunas de las áreas rurales de Israel, pero ampliándose también por el este al invadir una zona de territorio palestino de Cisjordania, que fue conquistada por el Ejército israelí en 1967.El Ayuntamiento impulsará, entre otras actuaciones, en este Gran Jerusalén, la construcción de más de 140.000 viviendas, la inversión de más de 200 millones de chequels (unos 10.000 millones de pesetas) en obras destinadas a fomentar la educación, el empleo y las artes, y edificará un gran cinturón de ronda que rodee la ciudad, pasando por encima de los territorios reivindicados por la Autoridad Palestina.

Éstas son algunas de las características del plan urbanístico político, bautizado oficialmente con el nombre de Reforzamiento de Jerusalén, y que desde ayer ha puesto en marcha el primer ministro conservador, Benjamín Netanyahu, desoyendo y enfrentándose a las serias advertencias de la Casa Blanca, que consideran el proyecto como un «acto de provocación, en un momento muy sensible», en que las negociaciones del proceso de paz se encuentran estancadas.

La secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, había mantenido en las últimas horas una larga conversación telefónica con el primer ministro Netanyahu, en un intento desesperado por bloquear el proyecto urbanístico, que había empezado a filtrarse interesadamente a través de la prensa local en Jerusalén.

En esta misma línea, un portavoz de la Casa Blanca no dudó en tildar el plan como de «extremadamente provocativo» y de constituir «un billete para una futura inestabilidad» en la región.

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La Autoridad Palestina se había sumado asimismo a estas voces de airada protesta, afirmando que con esta actuación sobre Jerusalén «se mata definitivamente el plan de paz», en cuyo marco se acordó, en 1991 y en 1993, discutir el futuro de la ciudad, cuya capitalidad reivindican al mismo tiempo el pueblo de Palestina y la comunidad de Israel. Nabil Abou Roudeiman, portavoz del presidente Yasir Arafat, no dudó tampoco en calificar la decisión de «provocativa», ya que en su opinión el plan anexiona 18 poblaciones árabes.

Las protestas de los líderes palestinos y de la Casa Blanca se han visto reforzadas inesperadamente por los vecinos de diversos pueblos del oeste de Israel, que, según este plan, corren el peligro de verse anexionados a la gran ciudad, modificándose así su estatuto y gravitando sobre ellos el peligro de nuevos y más fuertes impuestos.

Estos temores hicieron ayer que centenares de habitantes de los pueblos presumiblemente afectados se lanzaran a la calle, cortaran la autovía de Tel Aviv a Jerusalén y provocaran un inmenso caos circulatorio. Los manifestantes se enfrentaron a las fuerzas de seguridad, que trataron de restablecer las comunicaciones y practicaron más de una docena de detenciones. Estas movilizaciones amenazan repetirse en los próximos días, al tiempo que los afectados han iniciado ya recursos administrativos ante el Tribunal Supremo.

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