El mágico retorno del "Merlín" de Albéniz

Que la genialidad de Isaac Albéniz alcanza una cima insuperable en la Suite Iberia para piano es indudable, mas sería un error aberrante mantener olvidado al «otro Albéniz», compositor teatral que acaso culmina en Merlín, primera ópera de lo que debía ser una trilogía sobre La muerte del rey Arturo, del inglés Thomas Malory, adaptada por Francis Money Coutts. Ha transcurrido más de un siglo para que Madrid conozca en versión de concierto, que siempre resulta limitada, esta importante partitura escrita sobre texto inglés y ajena, en general, al españolismo que presidió la mayor parte de la creación albeniciana. Merlín sólo se representó en una ocasión, en el año 1950 y gracias al empeño lírico del Club Junior de Fútbol de Barcelona, que animaba musicalmente Teodor Torner. La Comunidad de Madrid y el tesón de una serie de individualidades han hecho posible que sepamos, por algo más que la lectura de la reducción para canto y piano, qué es y cómo suena esta ópera singular. En primer plano hay que situar al maestro José de Esteban, seguro, competente y brillantísimo, que asumió la revisión de los originales de Albéniz barajando distintas copias y hasta completando algún breve fragmento. Con él, las sopranos María José Montiel, espléndida de voz e impostación dramática, e Inmaculada Egido, que mueve la voz con ligera facilidad. El tenor británico John David de Haan exaltó el personaje del rey Arturo, el bajo Felipe Bou hizo un excelente arzobispo de Canterbury y el barítono Enrique Baquerizo se mostró en su condición insustituible para tantos y tan difíciles cometidos.

Talento orquestal

La hermosa parte coral, verdaderamente difícil, quedó asegurada por el Coro Nacional y su maestro Steubing-Negenborn, y la Sinfónica de Madrid rindió a muy alto nivel. El éxito fue total y entusiasta, y hace desear una representación, con todo, en el Teatro Real. El conocimiento de Merlín modifica no pocos supuestos sobre su autor. Sorprende su talento orquestal, excepcional en la España de principios de siglo, y habrá que investigar mucho sobre las influencias que pudo recibir. A quienes abusan del antecedente wagneriano les aconsejo trabajen en una dirección: Paul Dukas. En todo caso, un trabajo de la categoría de Merlín no puede permanecer olvidado.