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Deportados dos polacos que se tragaron cucharas para evitar su expulsión

Jan Martínez Ahrens

De nada sirven las artimañas para librarse del proceso de expulsión. Así lo demuestra la historia de Jacek Pietras, de 35 años, y Gotard Dominik, de 27, dos polacos ingresados en el Centro de Internamiento de Extranjeros que recurrieron a un método inútil para evitar su deportación: tragarse cada uno las cazuelas de dos cucharas de metal. Once días estuvieron con tan incómodos huéspedes en su cuerpo, y con ellos acabaron viajando el domingo a Polonia escoltados por la policía.Los polacos habían ingresado en el Centro de Internamiento de Extranjeros por orden judicial, tras verse envueltos en una oscura trama de crímenes entre bandas de compatriotas. Dominik, con un antecedente por tenencia de armas y explosivos, había sido detenido el 15 de mayo bajo la acusación de haber ocultado una escopeta de cañones recortados empleada para asesinar el 22 de febrero pasado a Marian Klepka, el supuesto jefe de un clan mafioso polaco. También se imputaba a Dominik ser integrante, junto a Pietras y otros seis compatriotas, de una banda dedicada a extorsionar a polacos.

Tras pasar el filtro judicial, se les retiraron los cargos más gruesos y ambos recalaron, como paso previo a su expulsión de España, en el Centro de Internamiento de Extranjeros, en Moratalaz. Y allí, a la hora de comer, se tragaron cada uno dos cucharas por la cazuela. Era un intento de frenar el proceso de deportación-la estancia máxima en este centro es de 40 días, pasados los cuales, si no han sido expulsados, son puestos en libertad-. Los guardias, al hacer recuento de los cubiertos, echaron en falta las cucharas. Registraron las habitaciones del centro policial y, al llegar a la de Dominik y Pietras, éstos reconocieron los hechos. Era el 4 de junio, según el abogado de los polacos, Juanjo Santelesforo, de la Asociación pro Derechos Humanos. Empezaba la cuenta atrás.

Alta médica

Los policías del centro les llevaron al hospital Gregorio Marañón, donde los polacos, firmes en su estrategia, se negaron a ser atendidos por los facultativos. "Ni siquiera permitieron que les tomaran la temperatura", señala una fuente policial. Ante su negativa, los médicos, siempre según la citada fuente y el abogado, les dieron el alta. Volvieron al centro de internamiento. Y allí se cortaron el cuello para reingresar en el hospital. Esta autolesión tampoco tuvo éxito - "ninguna la tiene", afirma la citada fuente- y finalmente permanecieron en el centro, con el metal en las entrañas, hasta el pasado 14 de junio.Ese día, escoltados por cuatro agentes -y amordazados, según su abogado-, se les subió a un avión rumbo a Varsovia. Ellos y sus cucharas fueron recibidos por la policía polaca.

Para el abogado Santelesforo, los intentos de autolesión de los polacos demuestran tanto la dureza de la Ley de Extranjería como la desesperación de los inmigrantes para evitar volver a su país -Jacek dejó en España un bebé y una mujer en proceso de regularización-. El Sindicato Unificado de Policía (SUP) señala que la peripecia de los polacos muestra la falta de condiciones del centro de internamiento. "Es casi una cárcel, pero sin los medios de una cárcel. No hay condiciones ni para los presos ni para los funcionarios. Estamos ante un polvorín que cualquier día reventará", señaló el SUP.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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