_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El tifus en Venecia

Vicente Molina Foix

Venecia acabará prohibiéndose. Desde luego, sus calles estrechas y sus puentes -los famosos del Gran Canal y los que sólo son utilitarios y torcidos- no siempre están tan sofocados de turistas como en algunos días de agosto o durante los carnavales, cuando el Ayuntamiento se ve obligado a ordenar el tráfico humano con guardias, inapreciables en días normales en una ciudad orgullosa de carecer de ladrones, no en razón de su singular moralidad cívica sino por lo difícil que es escapar con el botín en góndola. En invierno puede incluso cruzarse en un día desapacible la plaza de San Marcos sin escuchar la rondalla de los vizcaínos que tantas otras veces entonan al pie del Campanile Desde Santurce a Bilbao (los italianos, que también son masa turística en Venecia, se inclinan en esas ocasiones por el repertorio napolitano).Los venecianos, los 68.355 que a fecha de 15 de mayo quedan en la ciudad histórica donde vivían, cuando estaba en el apogeo de su poder, 300.000, no sólo se lamentan del retroceso demográfico y maldicen por ello a las hordas que en gran medida ayudan a su manutención; también saben utilizar estrategias de disimulo y rodeo que les alejan de esos invasores tan dados al cante. De todas las ciudades que conozco, Venecia es única por sus rutas alternativas. A pocos metros del puente de la Academia, cuyos peldaños de madera atruenan al paso diario de los amantes de la pintura, se encuentra una placita desierta donde a lo sumo juegan a la pelota tres niños locales; en línea paralela a la calle por la que 80 o más japoneses siguen al líder que levanta bien alto un paraguas rojo abierto bajo el sol, los nativos conocen un atajo porticado que ningún extranjero tendrá curiosidad de explorar.

La culpa, naturalmente, es toda suya. Singular, única, hermosa. Qué pobreza del adjetivo. La obra de arte total que es Venecia no es el fruto de un talento inusitado que a lo largo de cuatro siglos principalmente -entre el 1400 y el 1800- habría allí crecido, atrayendo encima, si hacía falta, a los mejores compositores, arquitectos o pintores de fuera. Es a los ciudadanos de Venecia, a los más ricos y a los pobres, a sus célebres libertinos dieciochescos y a los piadosos que hoy llenan las iglesias para rezar el rosario, a los que contrataron para pintar sus palacios al Tiépolo y a los que han mantenido en el techo de una humilde casa las chimeneas con remate de cono invertido que ya aparecen en los cuadros de Carpaccio, a quienes los curiosos y los ajenos debemos el privilegio de un espacio urbano donde la más elemental de las ausencias, el automóvil, nos transforma en seres caminantes, pensantes, observantes, más serenos y más complacientes.

Que unos creadores de tal fuste se revuelvan contra los que de todo el mundo vienen a admirarles, y organicen sus formas de resistencia es, aunque paradójico, comprensible. Dentro de las corrientes más o menos folclóricas de independentismo que recorren Italia, un grupo de venecianos que se dio en llamar a sí mismos Los Serenísimos ocupó hace un año la plaza de San Marcos con un tanque y unas banderas. El delito, juzgado ahora, es grave, por el robo y el uso del carro armado, pero el alcalde filósofo de la ciudad, el independiente de izquierda Massimo Cacciari, les ha perdonado públicamente, mientras él mismo funda, con criterios de autonomismo moderno, no-separatista ni demagógico, un Movimiento del Noreste que los periódicos italianos, citando mal de oídas, llaman el «partito catalano». ¿Terminará Venecia sepultada bajo sus aguas, como se teme desde el siglo XV, o, si el deseo turístico sube en intensidad, reducida a cuotas como Altamira, mientras en tierra firme algún arquitecto de vanguardia construye su réplica? Mi alarma es más pedestre, menos apocalíptica. El domingo 7 de junio muchedumbres estrictamente venecianas salieron a la calle con banderas, aunque sin armas. ¿Por fin la rebelión contra el turista? Echados de sus circuitos habituales, algunos, los alemanes, se asomaban acobardados al balcón del hotel. Después de 31 años en 2ª , el equipo de fútbol del Venecia acababa de ascender a Primera División. Los tifosi han llegado a la laguna.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_